REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO
DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN
UNIVERSITARIA
UNIVERSIDAD
NACIONAL EXPERIMENTAL DE LOS LLANOS OCCIDENTALES “EZEQUIEL ZAMORA”
UNELLEZ
– SOSA
POESÍA VANGUARDISTA
DOCENTE BACHILLERES
Argenis Rodríguez Anyela Valero
Bicki Ramírez
Bilha Monzón
Deglys González
Delia Sánchez
Domingo Ramírez
Jessica Araujo
Educación:
castellano y literatura
VII
Semestre
Literatura
Hispanoamericana II
Ciudad de Nutrias, mayo de 2012
INTRODUCCIÓN
La
poesía durante muchos años ha sido un género literario que representa la
naturaleza misma de la belleza, en sus palabras siempre se refleja lo hermoso,
aunque sea, lo cotidiano, pero representado siempre en el esquema de lo
maravilloso. Con el surgimiento de la corriente vanguardista, estos términos varían
y se establece una nueva conceptualización.
Dentro
de la corriente de la poesía vanguardista se encuentran insignes escritores
latinoamericanos, como Tablada, Huidobro, Vallejo, por mencionar algunos, que
fueron precursores y cultores de nuevas tendencias, entre ellas: los
caligramas, poesía social, poesía negrista, entre otros; y que en este trabajo
se invita a leer.
POESÍA
La palabra poesía proviene del término
latino poēsis, que a su vez deriva de un concepto griego. Se trata de la
manifestación de la belleza o del sentimiento estético a través de la palabra,
ya sea en verso o en prosa. De todas formas, su uso más usual se refiere a los poemas
y composiciones en verso.
Aunque es difícil establecer el origen
de la poesía, se han hallado inscripciones jeroglíficas egipcias del año 2.600
A.C., que se consideran la primera manifestación poética de la que se tenga
registro. Son canciones, de las que se desconoce la música, que poseen
significación religiosa y que aparecen desarrolladas en distintos géneros, como
odas, himnos y elegías.
En la antigüedad, la poesía tuvo un
carácter ritual y comunitario, en especial en pueblos como los sumerios, los
asirio-babilónicos y los judíos. Además de la religión, fueron surgiendo otras
temáticas, como el tiempo, las labores cotidianas y los juegos.
Existen ciertas normas formales que
hacen que un texto sea considerado como parte de la poesía, como los versos,
las estrofas y el ritmo. Este tipo de características forman parte de la
métrica de la poesía, donde los poetas aplican sus recursos literarios y
estilísticos. Cuando un grupo de autores comparten las mismas características
en sus poesías, suele hablarse de la conformación de un movimiento literario.
Entre las principales características
de la poesía, puede mencionarse el uso de elementos de valor simbólico y de
imágenes literarias como la metáfora, que necesitan de una actitud activa por parte
de quien lee los poemas para poder decodificar el mensaje.
VANGUARDIA
El significado original de vanguardia
hace referencia a la parte de una fuerza armada que va delante del cuerpo
principal. La vanguardia está formada por las primeras líneas de la formación
de combate.
El concepto puede hacerse extensivo
para nombrar a la avanzada de un movimiento artístico, político o ideológico.
En este sentido, la vanguardia es algo novedoso que escapa de la tendencia
dominante y que podría sentar las bases del desarrollo futuro.
La vanguardia supone una renovación de
formas y contenidos. Una vanguardia artística, por ejemplo, intenta reinventar
el arte y se enfrenta a los movimientos existentes. En un principio, la
vanguardia es minoritaria y suele generar rechazo por parte de los círculos
tradicionales. Con el paso del tiempo, sin embargo, puede convertirse ella
misma en parte del sistema (perdiendo su condición vanguardista).
Aunque las vanguardias tienen
características muy distintas entre sí, se asemejan en la lucha contra las
tradiciones, la apuesta por la innovación, el ejercicio de la libertad
individual y su carácter experimental.
POESÍA VANGUARDISTA
El arte del siglo XX se caracteriza
por el surgimiento de movimientos artísticos con el objetivo de la renovación
del arte de manera radical, configurándose múltiples corrientes que se
denominan ismos. Las vanguardias se oponen al pensamiento y las formas de
representación artística más convencionales, luchan contra la moral y el estilo
de vida burgueses, y contra la “institución” del arte en general.
La poesía vanguardista se caracteriza
por romper con las convenciones literarias. Suprime la rima y la métrica
regular, elimina los signos de puntuación y mayúsculas, adapta la forma al tema
del poema, introduce objetos cotidianos como elementos poéticos.
Características
de la Poesía Vanguardista
|
|
Se
busca
|
-
Lo
original, lo autónomo, lo sorprendente.
-
Crear
modos fantásticos, caóticos, sorprendentes, contradictorios y absurdos.
|
Se
elimina
|
-
La
narración, lo sentimental, lo anecdótico, lo didáctico.
-
Normas
estróficas, la sintaxis, la gramaticalidad.
|
Se
valora
|
-
La
metáfora insólita, la imagen creada, el aspecto lúdico de las palabras.
-
Temas:
Científicos, sociales, tecnológicos.
|
CALIGRAMA
El caligrama es un poema, frase o
palabra cuya finalidad es formar una figura acerca de lo que trata en la cual
la tipografía, caligrafía o el texto manuscrito se arregla o configura de tal
manera que crea una especie de imagen visual (poesía visual). La imagen creada
por las palabras expresa visualmente lo que la palabra o palabras dicen. En un
poema, este manifiesta el tema presentado por el texto del poema. En la
modernidad se dio con las Vanguardias de principios del siglo XX y más
concretamente con el cubismo literario y los posteriores Creacionismo y
Ultraísmo; el poeta cubista francés Guillaume Apollinaire fue un famoso creador
de caligramas. El poeta creacionista chileno Vicente Huidobro ya había incluido
su primer caligrama, “Triángulo armónico”, en su libro Canciones en la Noche
(1913). Con Apollinaire, los caligramas se ponen de moda en las primeras
décadas del siglo XX.
La literatura hispánica cuenta con
interesantes autores de caligramas; entre otros, los españoles Guillermo de
Torre, Juan Larrea y Gerardo Diego; los peruanos Carlos Oquendo de Amat, Jorge
Eduardo Eielson y Arturo Corcuera; el mexicano Juan José Tablada; el cubano
Guillermo Cabrera Infante; el argentino Oliverio Girondo o el uruguayo
Francisco Acuña de Figueroa. Más recientemente Gustavo Vega ha creado una
variedad de tipo plástico a la que él mismo ha denominado caligrama
pictográfico.
Descripción General de
un Caligrama
-
Es
un poema, frase o palabra en la cual la tipografía, la caligrafía o el texto
manuscrito se arregla hasta formar una imagen visual.
-
Se
caracteriza por que la imagen creada por las palabras expresa visualmente lo
que la palabra dice.
-
Su
personaje más destacado fue Guillaume Apollinaire.
-
Según
su origen puede ser vanguardista o cubista.
-
Su
origen vanguardista gracias a una serie de movimientos artísticos de principios
del siglo XX que buscaban innovación en la producción artística.
-
Su
origen cubista es una tendencia esencial que da pie al resto de las vanguardias
en el siglo XX, ruptura de la poesía tradicional.
Poesía Visual y Fonética
Parte de la búsqueda constante de los
poetas es el redescubrir nuevas formas de expresión de la palabra.
Dentro de estos movimientos
encontramos aquellos en donde la palabra se presenta como una expresión
principalmente visual o auditiva, que bajo ciertas circunstancias producen un
efecto todavía más profundo en el lector.
De aquí desprendemos a los caligramas.
Mucho se ha dicho de ellos, se ha estudiado menos. Sin embargo, lo que
pudiéramos decir del caligrama es que el poema es más que una melodía, es una
descripción gráfica de aquello de lo que el poeta nos está hablando; es decir,
la obra se transforma en un poema ideográfico.
Aunque este tipo de expresión poética
se adjudica a Guillaume Apollinaire (1880-1918) cuando se publica el libro “Caligramas”
en 1918, Juan José Tablada (1871-1945) también se había revelado de las formas
de expresión poéticas tradicionales como lo demuestra en su libro “Li-Po y
otros poemas” (1920), siendo que los
“madrigales ideográficos” según Octavio Paz, habían sido elaborados por el
poeta en 1911. Sin embargo, se habla de que Appollinaire escribió dichos poemas
entre 1913 y 1916.
El primer caligrama que se conoce de
Appollinaire lo compuso a los catorce años. Esta forma fue estudiada por él en
la Biblioteca Nacional a través de los textos “Mezcolanzas de Tabourot des
Accords” que era una colección de acrósticos, equívocos, adivinanzas y que el
autor describe ahí mismo como “versos para cosquillearse y hacerse reír uno
mismo y en seguida a los demás”.
Este libro tuvo dos ediciones una en 1582 y la
otra en 1662. La otra obra también estudiada fue “Touches” de 1585. Entre los
encierros en el cuartel y en el hospital Appollinaire se dedicó al dibujo y la
pintura y ahí es donde surgen los caligramas (con un retrato de Picasso). En
esta forma las palabras aspiran a una forma plástica para completar la idea
poética en el poema.
Sin embargo, no podemos decir que
ninguno de ellos originalmente hayan sido los primeros poetas en la historia
que utilizaron dicha forma pues el primer caligrama es uno encontrado en el
siglo VIII antes de nuestra era.
Los movimientos más recientes y
destacables estarían primero en las vanguardias de principio de siglo con una
desintegración del lenguaje muy opuesta a la integración del modernismo pero
que, paradójicamente, confluye en una síntesis igualmente coherente de
imagen-escritura: futurismo y surrealismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial
personajes como Carlo Belloli en Italia o Joan Brossa en Cataluña continúan y
renuevan la tarea sin falsas rupturas, dando lugar a formas de poesía visual,
Xavier Canals describe al poema visual como “Metalenguaje poético de la
escritura que gira entorno a lo ideogramático”.
El uso del caligrama revela a los
futuros “Contemporáneos” un nuevo sentido del paisaje, el valor de la imagen y
el poder de concentración de la palabra.
Tablada, aunque en inicio fue
Modernista, además se interesó en el ejemplo naturalista de los japoneses
indicando que su estructura es una expresión plástica de la naturaleza. Es él
quien introduce el Hai-ku a la lengua española. Fue compañero y guía de Ramón
López Velarde, amigo y defensor de los pintores Orozco, Rivera y tantos otros.
Antes de los ultraístas brinda libertad a la metáfora.
En el mismo sentido Vicente Huidobro
(1893-1948) fundador del Creacionismo incorpora en su poesía una serie de
disparos verbales que conviene a su temperamento. Según Octavio Paz, el poeta
Huidobro nunca imita, sino crea y un poema creado es aquél en que cada parte
constitutiva y todo en conjunto presentan un hecho nuevo, independiente del
mundo externo, desligado a otra realidad que él mismo. El poema es algo que no
puede existir sino en la cabeza del poeta... y diría yo, de los lectores.
JOSÉ JUAN TABLADA
José Juan Tablada (México, 1871-Nueva
York, 1945). Poeta mexicano. Es una de las principales figuras del modernismo
mexicano. Colaboró en numerosas publicaciones periódicas mexicanas, como El
Universal, El Mundo Ilustrado y El Imparcial, así como en la prensa de Caracas,
Bogotá y La Habana. Impulsó la creación de la Revista Moderna, principal órgano
del modernismo mexicano, en la que publicó traducciones de E. de Castro, A.
France y H.G. Wells. Director del Diario Oficial durante el Gobierno de Huerta,
su casa fue saqueada por las tropas de Zapata y huyó a Nueva York (1914);
durante el régimen de Carranza desempeñó cargos diplomáticos. Entre sus
poemarios, adscritos al modernismo, destaca El florilegio (1899), que, a raíz
de un viaje a Japón, amplió (1904) con haikais, de los que se le considera
introductor en lengua española. De su obra también cabe mencionar los libros de
poesías Al sol y bajo la luna (1918) y Li-Po y otros poemas (1920), su libro de
memorias La feria de la vida (1937) y la novela La resurrección de los ídolos
(1924).
Li-Po y Otros Poemas
En 1920 esta etapa de exploración
desemboca en un nuevo volumen de versos: Li-Po y otros poemas. Libro singular y
hermoso, en este poemario se recogen y amplían los juegos y experimentos de
Caligramas de Apollinaire. Tablada combina dibujo y palabra, línea y
fascinación verbal, y rinde homenaje al famoso poeta chino Li-Po (701-762) que,
según la leyenda, murió en un lago cuando intentaba atrapar la luna que se
reflejaba en sus aguas. Prototipo de bohemio amante de los placeres, el verso
se vuelca sobre todo lo que representa el lado lúdico de la realidad, la
representación plástica de los objetos y la percepción intuitiva (y poética)
del alma que los habita.
El Jarro de Flores
(1922)
Vuelos: Juntos, en la tarde
tranquila
vuelan notas
de Ángelus,
murciélagos y
golondrinas.
El
Burrito: Mientras
lo cargan
sueña de
burrito amosquilado
en paraísos
de esmeralda...
VICENTE HUIDOBRO
Vicente Huidobro (Santiago, 1893 -
Cartagena, Chile, 1948). Poeta chileno fundador del Creacionismo, movimiento
poético vanguardista. Fue además uno de los impulsores de la poesía de
vanguardia en América Latina.
Vicente Huidobro nació en el seno de
una familia de la elite oligárquica, vinculada a la gran propiedad agrícola, a
la banca y a la política. Cursó la enseñanza primaria con institutrices
privadas y la secundaria en el Colegio de San Ignacio de la Compañía de Jesús.
Aunque fue crítico con la enseñanza jesuítica, tomó de ella una postura
elitista ante la vida.
Desde su juventud realizó frecuentes
viajes por Europa, que le valieron un profundo enriquecimiento cultural y una
depuración de sus gustos estéticos. Particularmente intenso desde la
experiencia intelectual fue el largo período en que residió en París, ciudad a
la que llegó en 1916, en plena guerra mundial; allí conoció a Picasso, Juan
Gris, Max Jacob y Joan Miró, entre otras figuras de la cultura del momento.
Escribió en revistas literarias junto a poetas como Apollinaire, Réverdy,
Tzara, Breton y Aragon; es decir, lo más granado de la poesía francesa del
momento.
El Creacionismo
Al periodo parisino corresponde la
fundación del Creacionismo, en la que situaba al creador artístico a la altura
de un demiurgo capaz de insuflar a su creación un aliento vital tan poderoso
que se podría medir, incluso, con las creaciones de la propia Naturaleza. Así,
para Huidobro el artista no debía limitarse a imitar la Naturaleza (de ahí el
título de su el manifiesto creacionista: Non serviam, “no serviré”), sino que
debía mantener con ella una especie de competición en la que podía mostrar el
vitalismo de su propia obra. Es la famosa tesis que sintetizó en la fórmula:
¿Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!? / Hacedla florecer en el poema.
Lógicamente, esta concepción llevaba
aparejada la necesidad de crear nuevas imágenes -tan coloristas como animadas e
sorprendentes- e, incluso, un novedoso lenguaje poético capaz de romper con
todos los niveles de la lengua y generar también su propia sintaxis; de ahí que
la yuxtaposición (de oraciones, vocablos o sonidos extrañamente puestos en
contacto) se convirtiera en una de las características más acusadas del
Creacionismo, al tiempo que las largas secuencias y enumeraciones de palabras y
sintagmas contribuyeran decisivamente a dar al poema esa apariencia de objeto
aleatorio, mera creación de un dios absorto en las posibilidades estéticas del
material con que moldea su obra.
Con estos presupuestos estéticos,
Vicente Huidobro se presentó en Madrid en 1918, donde fundó un destacado grupo
de poetas creacionistas consagrados a la elaboración de textos que seguían
fielmente los postulados del ya respetado maestro chileno. Por aquel entonces
ya era un poeta fecundo, que arrastraba tras sí una interesante producción
literaria: seis poemarios impresos en su país natal (Ecos del alma, La gruta
del silencio, Canciones en la noche, Pasando y pasando, Las pagodas ocultas y
Adán), uno aparecido en Buenos Aires (El espejo de agua) y otro publicado en
París (Horizon Carré). A ellos se añadirían pronto cuatro nuevos poemarios
(Poemas árticos, Ecuatorial, Tour Eiffel y Hallali).
Entre el 16 de mayo y el 2 de junio de
1922, Vicente Huidobro presentó una exposición de trece poemas en forma de
caligramas en el Teatro Eduardo VII de París. En el catálogo de la exposición
estaba su retrato dibujado por Pablo Picasso y una crítica elogiosa de sus
poemas escrita por el español Gerardo Diego. Su aceptación en París fue un
éxito personal y de Chile, favorecido por el hecho de que el poeta escribiera
indistintamente en francés y en español.
Regresó por un largo período a Chile
en 1925. Desde su llegada inició una intensa actividad literaria y política,
con la fundación de la revista La Reforma y sus numerosas colaboraciones en
Andamios, Panorama y Ariel. En el terreno político fundó un diario, Acción,
desde el que defendía sus ideas contrarias al militarismo. Candidato a presidente,
fracasó estrepitosamente en los comicios de 1925, lo que le causó no poca
amargura.
Altazor
Altazor o el viaje en paracaídas, o
simplemente Altazor, es la obra cumbre del poeta chileno Vicente Huidobro,
publicada en Madrid en 1931. En esta obra Huidobro expone un lenguaje que rompe
los esquemas clásicos, lo que se inserta dentro del movimiento vanguardista que
se desarrolló en el primer tercio del siglo XX.
El poema está dividido en siete “Cantos”
antecedidos por un prefacio, los cuales fueron reescritos en numerosas
ocasiones durante años. Es por ello que el Canto I, el Canto II y los restantes
presentan temáticas aparentemente disímiles entre sí. El Canto I es el más
largo, con casi setecientos versos, y también el más estructurado. Su contenido
es de corte metafísico, y en él el poeta se representa como “Altazor”. El Canto
II, en cambio, es una oda a la mujer. Los Cantos III al VII, finalmente, buscan
jugar con la progresiva desarticulación del lenguaje y sus límites expresivos.
Alrededor de 1930 fue cuando dio los
toques finales a sus dos obras cumbres, dos poemarios que, desde el momento
mismo de su aparición estaban llamados a situarse en los puestos cimeros de la
literatura universal. Por aquel entonces, Huidobro estaba en el apogeo de su fama,
y gozaba del éxito obtenido por su novela fílmica Mío Cid Campeador (1929), en
la que el propio poeta -que alardeaba de ser descendiente de Rodrigo Díaz de
Vivar- identificaba su relación amorosa con Ximena Amunátegui como una
reencarnación moderna de la pareja formada por El Cid y Doña Jimena.
La peripecia que había dado lugar a
esta unión no puede ser más rocambolesca: en 1925, coincidiendo con su regreso
a Chile y su fracaso en el intento de tomar parte activa en la política de su
país, el gran poeta había conocido a Ximena, una joven estudiante de quince
años de edad, por la que abandonó a su mujer (con la que llevaba casado más de
quince años) y a sus hijos. Ximena no sólo era menor de edad, sino hija de un
poderoso prócer chileno, quien se opuso tajantemente a su unión con el poeta.
Huidobro marchó entonces a París, cerró la casa de Montmartre donde había
residido con su familia, y se trasladó a Nueva York, donde cosechó algún éxito
como escritor de guiones cinematográficos.
Pero en 1928, cuando Ximena Amunátegui
acababa de alcanzar la mayoría de edad, el poeta viajó a Chile, la raptó a la
salida del Liceo y se marchó de nuevo a París, en donde la feliz pareja se
instaló en el barrio de Montparnasse. Fueron aquellos unos años de plenitud
amorosa y creativa para el poeta, quien, después del mencionado éxito de su
versión del Cid, decidió retomar un largo y ambicioso proyecto en el que había
empezado a trabajar diez años antes. Se trata de Altazor o el viaje en
paracaídas, un poema mayor en siete cantos que narra la caída del hombre y el
encuentro con la mujer, con la poesía. Junto con Temblor de cielo (acabado
también por aquellas fechas), es la obra cumbre del Creacionismo y el mayor
legado de Huidobro a la poesía.
Después de que las corrientes estéticas
hayan virado por centenares de derrotas diferentes, el valor poético de Altazor
y Temblor de cielo sigue siendo incalculable. Bien es cierto que una parte de
la crítica sólo ve en Huidobro una especie de ingenioso prestidigitador que
juega con las palabras como si de objetos malabares se tratasen, sin conseguir
dar a sus composiciones sentido alguno; pero la mayoría de los estudiosos del
fenómeno poético aún se deslumbra con las imágenes, la vivacidad, la invención
y la heterodoxia inconformista y novedosa de este gran rebelde de las letras
hispanas, quien supo mantener su vigor creacionista hasta en el epitafio que
dejó escrito para su lápida: “Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar”.
En 1933 Huidobro retornó de nuevo a su
país. En esta ocasión volvió a desplegar una energía incansable fundando
revistas tales como Pro, Vital, Primero de Mayo y Total. El año 1934 fue
particularmente fecundo, pues publicó Cagliostro, a la que definió como
novela-filme y que recibió un premio en un concurso de guiones celebrado en
Hollywood, y La próxima historia que pasó en poco tiempo más, novela futuróloga
en la que reflexionaba sobre la sociedad tecnocratizada que ya se estaba
vislumbrando. En Papá o El diario de Alicia Mir introdujo referencias
autobiográficas y En la luna, guiñol en cuatro actos y trece cuadros, una clara
intencionalidad política.
Entre 1935 y 1938 Huidobro polemizó
con Pablo Neruda y estuvo en España durante la Guerra Civil. Regresó a Chile en
1938, donde continuó su incansable labor creadora publicando ese mismo año la
novela Sátiro o El poder de las palabras. Se trata de una novela de gran
penetración psicológica. Junto con otros autores como Braulio Arenas y Fernando
Alegría colaboró en Multitud; recopiló antiguos poemas dispersos de 1923 en Ver
y palpar y El ciudadano del olvido, ambos libros dados a conocer en 1941 y
considerados como obras fundamentales en su creación poética.
A finales de la Segunda Guerra Mundial
regresó a Europa, para alistarse con el ejército francés con el que participó
en las últimas batallas y obtuvo el grado de capitán. Entonces su figura
comenzaba a ser una leyenda en Chile, donde en 1945 se publicó una Antología.
Su experiencia bélica le dejó una herida que no llegó nunca a curar y que lo
condujo a la muerte cuando estaba de vuelta en su país natal, falleciendo a
orillas del mar en Cartagena el 2 de enero de 1948.
Su hija Manuela se preocupó de sacar a
la luz las últimas creaciones de su padre en el mismo año de su muerte
publicando Últimos poemas. Siguieron diversas ediciones y reediciones de sus
obras; todavía en 1993 José A. de la Fuente editaba Vicente Huidobro: Textos
inéditos y dispersos.
CÉSAR VALLEJO
César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892
- París, 1938). Escritor peruano. César Vallejo es acaso una de las figuras de
mayor relieve dentro del vanguardismo hispánico. De origen mestizo y
provinciano, su familia pensó en dedicarlo al sacerdocio: era el menor de los
once hermanos; este propósito familiar, acogido por él con ilusión en su
infancia, explica la presencia en su poesía de abundante vocabulario bíblico y
litúrgico, y no deja de tener relación con la obsesión del poeta ante el
problema de la vida y de la muerte, que tiene un indudable fondo religioso.
Vallejo hizo los estudios de segunda
enseñanza en el Colegio de San Nicolás (Huamachuco). En 1915, después de
obtener el título de bachiller en letras, inició estudios de Filosofía y Letras
en la Universidad de Trujillo y de Derecho en la Universidad de San Marcos
(Lima), pero abandonó sus estudios para instalarse como maestro en Trujillo.
En 1918 César Vallejo publicó su
primer poemario: Los heraldos negros, en el que son patentes las influencias
modernistas, sobre todo de Julio Herrera y Reissig. Esta obra contiene, además,
muestras de lo que será una constante en su obra: la solidaridad del poeta con
los sufrimientos de los hombres, que se transforma en un grito de rebelión
contra la sociedad.
Acusado injustamente de robo e
incendio durante una revuelta popular (1920), César Vallejo pasó tres meses y
medio en la cárcel, durante los cuales escribió otra de sus obras maestras,
Trilce (1922), que supone la ruptura definitiva con el modernismo y con el
nacionalismo literario.
En 1923, tras publicar Escalas
melografiadas y Fabla salvaje, César Vallejo marchó a París, donde conoció a
Juan Gris y Vicente Huidobro, y fundó la revista Favorables París Poema (1926).
En 1928 y 1929 visitó Moscú y conoció a Maiakovski, y en 1930 viajó a España,
donde apareció la segunda edición de Trilce. De 1931 son su novela Tungsteno y
el cuento de Paco Yunque, y un nuevo viaje a Rusia. En 1932 escribió la obra de
teatro Lock-out y se afilió al Partido Comunista Español. Regresó a París,
donde vivió en la clandestinidad, y donde, tras estallar la guerra civil,
reunió fondos para la causa republicana.
Entre sus otros escritos destaca la
obra de teatro Moscú contra Moscú, titulada posteriormente Entre las dos
orillas corre el río. Póstumamente aparecieron Poemas humanos (1939) y España,
aparta de mí este cáliz (1940), conmovedora visión de la guerra de España y
expresión de su madurez poética. Contra el secreto profesional y El arte y la
revolución, escritos en 1930-1932, aparecieron en 1973.
EL HUMANISMO POÉTICO DE
CÉSAR VALLEJO
Se ha dicho que el poeta César Vallejo
era idealista, acaso también que era materialista, incluso existencialista.
Pero considero que el gran bardo peruano era sobre todo y por mucho un gran
humanista.
Es cierto que creía en un Dios
omnipotente y omnipresente, pero tampoco es menos cierto que consideraba que el
hombre estaba indefenso ante su destino, ante ese fatum precario e inseguro.
Trilce
De dicha precariedad nos da
testimonio, entre otros, en el poema lxxvii de Trilce, en el cual comienza
diciéndonos que Graniza tanto, como para que yo recuerde y acreciente las
perlas que he recogido del hocico mismo de cada tempestad. Evidentemente el
poeta se refiere a los golpes del Destino cuando nos habla de las tempestades y
el granizo; y digo Destino en mayúscula porque éste es en los poemas de Vallejo
un ente vivo, por eso tiene hocico, como los cerdos bíblicos de la parábola de
Jesús y por eso él recoge las perlas que Jesús advierte no sean arrojadas a
estos animales inútilmente.
Los heraldos negros
En cuanto a la inseguridad de nuestro
sino uno de los ejemplos más explícitos nos lo da Vallejo en el poema Los dados
eternos del cuaderno Los heraldos negros, y cito: y jugaremos con el viejo
dado…Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte/ del universo todo, surgirán las
ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo.
Evidentemente, es un Destino incierto
el que nos propone el poeta. Estos dados nos recuerdan la famosa frase de
Albert Einstein cuando se descubrió el principio de incertidumbre en la física
cuántica, “Dios no puede estar jugando a los dados”, dijo. Tal vez por ello la
obsesión de Vallejo de romper, de trastocar el lenguaje pues, si en el mundo no
hay un orden preestablecido, si es el caos el que rige el universo, entonces el
lenguaje tal como se le conoce, que es un sistema lógico y ordenado, no es
adecuado para expresar dicho universo.
Nietzsche nos declara que Dios ha
muerto, por tanto el hombre está solo ante el mundo y ante el caos; Vallejo,
sin embargo, nos dice que existe un Dios, pero ese Dios o bien está ajeno a
nuestro sino o no le importa demasiado, por tanto el hombre, igualmente, está
solo.
Por eso el poeta canta con tono afable
a Cristo, casi exclusivamente a Cristo, dentro de la trinidad, porque es el
hijo del hombre. Por eso nos dice en el poema El pan nuestro de Los heraldos
negros: Y saquear a los ricos sus viñedos/ con las dos manos santas/ que a un
golpe de luz/ volaron desclavadas de la Cruz! … ¡El pan nuestro de cada día
dánoslo,/ Señor…! … y hacerle pedacitos de pan fresco/ aquí, en el horno de mi
corazón…!
También en Los heraldos negros y,
específicamente, en el famoso poema que da título al libro, el poeta nos dice
que hay Golpes como de odio de Dios, un verso verdaderamente inquietante y que
pudiera hacernos desistir de cualquier idealismo en la filosofía Vallejeana.
También en este mismo texto nos dice que estos golpes Son las caídas hondas de
los Cristos del alma,/ de alguna fe adorable que el destino blasfema./ Esos
golpes sangrientos son las crepitaciones/ de algún pan que en la puerta del
horno se nos quema. He aquí nuevamente ese Cristo como símbolo de la
indefensión del hombre ante el Destino, el Destino en mayúsculas,
personificado. También el símbolo recurrente del horno y su pan como alegoría
del corazón y los sentimientos.
Evolución del humanismo
en Vallejo
También es ostensible como a medida
que vamos avanzando en la obra poética de César Vallejo este humanismo se va
acrecentando. En Los heraldos negros está la queja manifiesta ante la
indolencia y, en cierta forma, la perversidad de un Dios muy cercano a aquel
que nos muestra el viejo testamento. En Trilce, sin embargo, esa queja está un
poco más diluida y el poeta se centra más en la lucha del hombre ante su
destino, que es la consecuencia directa de esta indolencia y perversidad. En
Poemas humanos ya Dios es relegado a un segundo plano, casi sin importancia, no
por su dimensión, sino porque nos ha dejado solos y, por tanto, el hombre ha de
prescindir obligatoriamente de él para encausar su Destino; por eso nos dice en
el poema Un hombre pasa con un pan al hombro que Alguien limpia un fusil en su
cocina/ ¿Con qué valor hablar del más allá?
Finalmente en España, aparta de mí
este cáliz, Dios está prácticamente ausente. Este cuaderno es una especie de
evangelio, sí, pero un evangelio humano.
PABLO NERUDA
Pablo Neruda (Seudónimo de Neftalí
Ricardo Reyes Basoalto; Parral, Chile, 1904-Santiago de Chile, 1973) Poeta
chileno. Comenzó muy pronto a escribir poesía, y en 1921 publicó La canción de
la fiesta, su primer poema, con el seudónimo de Pablo Neruda, en homenaje al
poeta checo Jan Neruda, nombre que mantuvo a partir de entonces y que legalizó
en 1946.
Su madre murió sólo un mes más tarde
de que naciera él, momento en que su padre, un empleado ferroviario, se instaló
en Temuco, donde el joven Pablo Neruda cursó sus primeros estudios y conoció a
Gabriela Mistral. Allí también comenzó a trabajar en un periódico, hasta que a
los dieciséis años se trasladó a Santiago, donde publicó sus primeros poemas en
la revista Claridad.
Tras publicar algunos libros de
poesía, en 1924 alcanzó fama internacional con Veinte poemas de amor y una
canción desesperada, obra que, junto con Tentativa del hombre infinito,
distingue la primera etapa de su producción poética, señalada por la transición
del modernismo a formas vanguardistas influidas por el creacionismo de Vicente
Huidobro.
Los problemas económicos indujeron a
Pablo Neruda a emprender, en 1926, la carrera consular que lo llevó a residir
en Birmania, Ceilán, Java, Singapur y, entre 1934 y 1938, en España, donde se
relacionó con García Lorca, Aleixandre, Gerardo Diego y otros componentes de la
llamada Generación del 27, y fundó la revista Caballo Verde para la Poesía.
Desde su primer manifiesto tomó partido por una “poesía sin pureza” y próxima a
la realidad inmediata, en consonancia con su toma de conciencia social.
En tal sentido, Neruda apoyó a los
republicanos al estallar la guerra civil y escribió España en el corazón.
Progresivamente sus poemas experimentaron una transición hacia formas
herméticas y un tono más sombrío al percibir el paso del tiempo, el caos y la
muerte en la realidad cotidiana.
De regreso en Chile, en 1939 Neruda
ingresó en el Partido Comunista y su obra experimentó un giro hacia la
militancia política que culminó con la exaltación de los mitos americanos de su
Canto general. En 1945 fue el primer poeta en ser galardonado con el Premio
Nacional de Literatura de Chile. Al mismo tiempo, desde su escaño de senador
utilizó su oratoria para denunciar los abusos y las desigualdades del sistema.
Tal actitud provocó la persecución gubernamental y su posterior exilio en
Argentina.
De allí pasó a México, y más tarde
viajó por la URSS, China y los países de Europa Oriental. Tras este viaje,
durante el cual Neruda escribió poemas laudatorios y propagandísticos y recibió
el Premio Lenin de la Paz, volvió a Chile. A partir de entonces, la poesía de
Pablo Neruda inició una nueva etapa en la que la simplicidad formal se
correspondió con una gran intensidad lírica y un tono general de serenidad.
Su prestigio internacional fue
reconocido en 1971, año en que se le concedió el Premio Nobel de Literatura. El
año anterior Pablo Neruda había renunciado a la candidatura presidencial en
favor de Salvador Allende, quien lo nombró poco después embajador en París. Dos
años más tarde, ya gravemente enfermo, regresó a Chile. De publicación póstuma
es la autobiografía Confieso que he vivido.
PABLO NERUDA Y SU EVOLUCIÓN POÉTICA
Cualesquiera que sean las objeciones
que pueda suscitar su posición política y el efecto de la misma sobre su obra,
Neruda es, sin duda, el poeta de mayor prestigio de Hispanoamérica y uno de los
valores excepcionales de la poesía continental americana. Su poesía ejerció una
enorme influencia que ha sido particularmente perceptible en la poesía chilena
moderna, ya en su aspecto social (Efraín Barquero, Gonzalo Rojas) ya por
profundizar en los parajes poéticos descubiertos por Neruda (Juvencio Valle o
Miguel Arteche). Pero la importancia de Neruda dentro de la poesía americana es
semejante a la que en su tiempo tuvo Rubén Darío; como el nicaragüense, también
Neruda ha influido hondamente en todo el ámbito hispano, incluyendo la poesía
española contemporánea.
Los inicios
Como rasgo de conjunto, la obra de
Pablo Neruda se caracteriza desde un punto de vista estilístico por la audacia
verbal y la originalidad. Las formas simbolistas y modernistas las representa
primordialmente el libro Crepusculario (1923). Pero pronto su poesía empieza a
tener un valor excepcional y surgen las formas que habrán de ser genuinas en
obras como El hondero entusiasta (escrito hacia 1923, pero no publicado hasta
1933), Tentativa del hombre infinito (1925) y Veinte poemas de amor y una
canción desesperada (1924). Hay en estos poemas una actitud sentimental. El
poeta exalta la mujer, la angustia, la tristeza, la ausencia y el recuerdo.
Son todavía poemas autobiográficos y
están invadidos por una gran melancolía: “Puedo escribir los versos más tristes
esta noche”; el poeta canta la soledad acompañada sólo de sus palabras, antes
de que la llenara el recuerdo de la amada: “Antes que tú poblaron la soledad
que ocupas / y están acostumbradas más que tú a mi tristeza”; la desesperación:
“Soy el desesperado, la palabra sin ecos, / el que lo perdió todo y el que todo
lo tuvo”; la tristeza: “He dicho que cantabas en el viento / como los pinos y
como los mástiles. / Como ellos eres alta y taciturna. / Y entristeces de
pronto, como un viaje”.
Pero además de ese acento de infinita
melancolía, ya en estas obras Neruda da una dimensión cósmica, desmesurada, a
los términos de comparación: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega”. Cualquier sensación queda
siempre vinculada a un elemento, a un acontecimiento cósmico. Arrastrado por su
impetuosidad, el poeta buscará la comparación con todo lo que sea grande:
montañas, ríos, viento, mar, fuego, noche. La amiga encontrada en el crepúsculo
conservará el fuego del día que acaba de fenecer (“llena de las vidas del
fuego, / pura heredera del día destruido”), o las raíces de la noche crecerán
de súbito desde su alma.
Al lado de estas imágenes grandiosas
encontramos otras con elementos concretos y materiales, como si el poeta
procurara evitar a toda costa la idealización en un afán por mantenerse dentro
de lo elemental: “Para sobrevivirme te forjé como un arma, / como una flecha en
mi arco, como una piedra en mi honda”, “cuerpo de piel, de musgo”, “brazos de
piedra”, etc. Esta fuerza elemental y cósmica es lo que proporciona interés a
esta poesía. La amada llega a confundirse, en la pasión del poeta, con la
tierra: “Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar al hijo del
fondo de la tierra”, “En ti los ríos cantan y mi alma de ellos huye”. Así,
Neruda busca siempre la materialización de sus sensaciones, ya sea en cosas muy
concretas, ya sea en imágenes gigantes: la amada tendrá ojos oceánicos; jugará
con la luz del universo; el amor tendrá lugar bajo el viento (“Innumerable
corazón del viento / latiendo sobre nuestro silencio enamorado”). Pero a su vez
las palabras serán como las yedras, los besos como un vestido, la cabeza un
racimo, etcétera.
Y, junto a todo ello, la imagen
centelleante, de clara procedencia modernista: “las flechas latientes de los
pájaros”, las palabras adelgazadas “como las huellas de las gaviotas en las
playas”, la noche que desparrama “espigas azules” sobre el campo, la
comparación de la amada con una “abeja blanca”, la alegría del canto como “un
campanario en las manos de un loco”, los crepúsculos como “abanicos gigantes”, “cruces
azules”, “árboles de luz”, “sonrisa del agua”. Toda esta poesía de raíz
romántica se caracteriza por su profundidad y por su desesperación. Hay en ella
algo que nos anuncia ya al poeta de Residencia en la Tierra: la angustia
constante, la violencia, los saltos de un concepto a otro, la falta de
transición entre las situaciones. También lo que se ha llamado “feísmo” se
anuncia ya en estos poemas.
Residencia en la Tierra
Con la aparición de Residencia en la
Tierra cambia completamente el panorama de la poesía de Pablo Neruda: se torna
difícil y hermética. El filólogo Amado Alonso puso en claro los problemas de
Residencia en la Tierra en su obra Poesía y estilo de Pablo Neruda.
Interpretación de una poesía hermética (1940). De acuerdo con Amado Alonso, y
al contrario de los anteriores, Residencia en la Tierra es un libro de poesía
objetiva, en el sentido de que, aunque el poeta nos ofrezca su propia visión
del mundo, lo hace sin mezcla de situaciones personales, sin hacer
autobiografía.
La soledad, la desesperación, la
angustia, se acentúan en estos poemas; el autor ve el mundo como un naufragio
total, como una destrucción constante, como una desintegración incontenible. La
retina del poeta (“como un párpado atrozmente levantado a la fuerza”) ve cómo
todo fluye (“agua feroz mordiéndose y sonando”) hacia la muerte y la
descomposición: las cosas más heterogéneas, en su misma heterogeneidad, no
hacen sino representar al universo todo: “Como cenizas, como mares poblándose,
/ en la sumergida lentitud, en lo informe, / o como se oyen desde lo alto de los
caminos / cruzar las campanadas en cruz, / ... y el perfume de las ciruelas que
rodando a tierra / se pudren en el tiempo, infinitamente verdes”.
“No hay página de Residencia en la
Tierra (dice Amado Alonso) donde falte esta terrible visión de lo que se deshace...
Los ojos de Pablo Neruda son los únicos en el mundo constituidos para percibir
con tanta concreción la invisible e incesante labor de autodesintegración a que
se entregan todos los seres vivos y todas las cosas inertes, por debajo y por
dentro de su movimiento o de su quietud. Son los únicos condenados a ver el
drama “del río que durando se destruye”, verso espléndido donde se encierra la
imagen definitiva de esta dolorosa visión de la realidad”.
Las cosas se empujan a sí mismas y el
poeta intenta expresar y describir este caos; de ahí esta imagen múltiple que
encontramos constantemente en sus composiciones. La poesía se hunde en la misma
materia y se deja arrebatar por ella: “o sueños que salen de mi corazón a
borbotones, / polvorientos sueños que corren como jinetes negros, / sueños
llenos de atrocidades y desgracias”. Así surge esta poesía tumultuosa, de
alucinación, de urgencia y de aluvión. Estas materias, además, están ya rotas,
polvorientas, sucias, desvencijadas. Por este motivo se ha calificado de “feísta”
a esta poesía.
Residencia en la Tierra es una visión
de la realidad y del mundo muy parecido a ciertas formas de la pintura
vanguardista. Amado Alonso nota acertadamente que en este período de la poesía
de Pablo Neruda hay un predominio del sentimiento sobre la realidad, es decir,
que el sentimiento del poeta pugna por encontrar una imagen o comparación en el
mundo real, comparación que a menudo sale fragmentada, barajada o caótica. Por
esta razón su poesía está llena de incoherencias “objetivas y racionales”.
El poeta se ve obligado a repetir, a
precisar, porque él mismo tiene conciencia de que la representación del
sentimiento no es como debería ser: vemos cómo intenta expresar una sensación a
base de dos, tres y hasta cuatro imágenes, en busca siempre de una precisión,
de una representación adecuada. Sus poemas son a la vez borradores y lecciones
definitivas que nos ilustran acerca de su quehacer poético y de cómo la palabra
va penetrando en la realidad. El mismo poeta dice: “pero de otra manera”, “no
sé si se me entiende”, “pero no es eso”, cuando se da cuenta de que no acierta.
Ahora bien, esta incoherencia, estas “imágenes ensayadas” (como las llama Amado
Alonso) constituyen la visión que del mundo tiene Neruda, constituyen lo
esencial de su poesía. El poeta no podría expresarse de otra manera: tiene que
atender a lo caótico, al tumulto de las cosas, a las sensaciones simultáneas.
La técnica estilística de Pablo Neruda
tiene su origen en el surrealismo: imágenes ilógicas, símbolos oscuros,
enumeración caótica, libres asociaciones. Todo ello unido a su peculiar visión
del mundo y a su sintaxis hace de esta obra un caso digno de la mayor atención.
Pueden destacarse de Residencia en la Tierra los poemas “Galope muerto”, “Arte
poética”, “Entierro en el Este”, “El fantasma del buque de carga”, “Barcarola”,
“Enfermedades en mi casa”, “Oda con un lamento”, “Entrada a la madera”, “Apogeo
del apio”, “Estatuto del vino”, “Oda a Federico García Lorca” y “El reloj caldo
en el mar”. Residencia en la Tierra es un libro esencialmente materialista
(como lo indica el título). El poeta, como ya hizo en obras anteriores, evita
siempre idealizar y sus comparaciones o tienen un carácter gigantesco,
desmesurado y monstruoso o se refieren a cosas cotidianas, vulgares, que dentro
del ímpetu que lleva en sí esta poesía adquieren un extraño valor simbólico y
nos sumergen en una atmósfera angustiosa. Muchos de los poemas de Residencia en
la Tierra tienen un carácter eminentemente social, y su preferencia por las
cosas vulgares y cotidianas prenuncia ya al poeta de las Odas elementales.
Podríamos decir que Neruda canta, en este libro, las cosas vulgares con tono
épico.
Canto General
Esta característica continuará en los
primeros poemas del volumen titulado Tercera Residencia. Pero en los poemas “Las
furias y las penas”, “Reunión bajo las nuevas banderas”, en España en el
corazón y en los poemas alusivos a la Guerra Mundial incluidos en Tercera
Residencia, Neruda encuentra la materia para su canto épico: a partir de este
momento, el poeta será el cantor del movimiento comunista. Sus cantos tendrán
la grandeza de la lucha, del fuego y del fervor incondicional. Esta poesía
comprometida fluye directa, sin las vacilaciones de Residencia en la Tierra, llena
de exclamaciones y de imágenes deslumbrantes. El universo de Pablo Neruda tiene
ya un sentido, su poesía propone un ideal.
Pero donde Pablo Neruda llega a la
total posesión del objetivo bajo la forma de un ideal es en el extenso poema
Canto General, terminado de escribir en 1949. El poema se divide en quince
partes. En la primera, “La lámpara en la tierra”, canta el nacimiento de la
vegetación en las tierras americanos: el jacarandá, la araucaria, los alerces,
el ceibo, el tabaco (“El tabaco silvestre alzaba / su rosal de aire imaginario”),
el maíz (“Como una lanza terminada en fuego, / apareció el maíz”); la aparición
de las bestias, de los pájaros; la formación de los ríos (“Amada de los ríos,
combatida / por agua azul y gotas transparentes, / eras tatuada por los ríos”),
de los minerales y de los hombres.
Esta primera parte es el canto de la
formación de América, y tiene toda la grandeza que merece el tema. El tono
épico aparece constantemente transitado por formas de un exquisito lirismo.
Toma semejante desarrollo la segunda parte, “Alturas de Macchu Picchu”,
exaltación de la naturaleza ya formada, pero todavía virgen, de la América
amada por el poeta: “más abajo, en el oro de la geología, / como una espada
envuelta en meteoros, / hundí la mano turbulenta y dulce / en lo más genital de
lo terrestre”. Estas alturas son símbolo de la pureza perdida, son lo más
representativo del continente: “Puse la frente entre las olas profundas, /
descendí como gota entre la paz sulfúrica, / y, como un ciego, regresé al
jazmín / de la gastada primavera humana”. El tema de la América virginal e
intacta se repetirá en Odas elementales.
La tercera parte lleva por título “Los
Conquistadores”: esta América pura e intacta es destruida por los
conquistadores. El poeta los acusa duramente y los insulta: a Cortés, a
Alvarado, a Ximénez de Quesada o a Valdivia, porque a su parecer sumergieron
las tierras americanas en una profunda agonía. Viene a continuación la
exaltación de “Los libertadores”, título de la cuarta parte. Neruda pondera la
acción de los primeros indígenas (Cuauhtémoc, Caupolicán, Lautaro), de los
insurrectos del siglo XIX (O'Higgins, San Martín, Sucre, Martí) y de los
líderes del Partido Comunista. “La arena traicionada”, quinta parte, es un
alegato contra todos los que, a juicio del poeta, han intentado corromper
América: dictadores, poetas, literatos, diplomáticos, exploradores o compañías
anónimas. La sexta, titulada “América, no invoco tu nombre en vano” desarrolla
temas parecidos al canto anterior.
“Canto general de Chile” es el título
de la séptima parte y constituye una evocación de la patria, de los amigos y de
las luchas, mientras que la octava, “La Tierra se llama Juan”, contiene piezas
dedicadas a los revolucionarios, que el poeta, en el poema final, simboliza en
Juan, el trabajador anónimo. En la novena, “Que despierte el leñador”, Neruda
se pronuncia contra los dictadores y la influencia tutelar americana. La
décima, “El fugitivo”, se ocupa el destierro y de la peregrinación del poeta. “Las
flores de Punitaqui”, undécima parte, trata problemas enfocados desde el punto
de vista social; la duodécima, “Los ríos del canto”, contiene cartas y
conmemoraciones, y la decimotercera, “Coral de Año Nuevo para la patria en
tinieblas”, es a la vez recuento de luchas e invitación al combate.
En la parte decimocuarta, “El gran
océano”, el poeta retoma el canto a América, a su grandeza, a su vegetación y
geografía, y en el decimoquinto, “Yo soy”, da fe de sí mismo y de sus
actividades. Cierran este canto y el libro unos testamentos (“Dejo a los
sindicatos / del cobre, del carbón y del salitre / mi casa junto al mar de Isla
Negra”), unas disposiciones (“Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al
mar que conozco”), y un “explicit” donde declara la causa del canto y la fecha
en que fue terminado.
Última etapa
Canto general es un libro complejo,
con toda la grandeza que tiene la poesía de Neruda, pero a la vez con todo el
lastre que lleva siempre la poesía comprometida. A partir del Canto la obra de
Neruda parece emprender un nuevo rumbo. Desde Todo el amor (1953), poema
puramente amoroso, pasando por Las uvas y el viento (1954), que levantó
polémicas (lo escribió en Capri y canta “la libertad del viento, la paz entre
las uvas”, con absoluta sencillez y sin olvidarse de sus ardientes alusiones
políticas), parecía en busca de un nuevo tono que se afirmó en las Odas
elementales (1954) y en Nuevas odas elementales (1955), obras que inician una
especie de tercera época en la poesía nerudiana, En un lenguaje perfectamente
accesible, Neruda se convierte en un poeta sencillo y afable que celebra los
seres humildes y los objetos cotidianos. Como indican sus títulos, el autor
canta las cosas simples y elementales: la alcachofa, el cobre, la cebolla, el
caldillo de congrio, el hilo, la madera, la pobreza, el tomate, el traje, el
aceite, los calcetines, el jabón, la lagartija, la papa.
Parece como si las cosas
desvencijadas, polvorientas, en estado de desintegración, que aparecían en
Residencia en la Tierra, cobraran de pronto su plena personalidad, afirmaran su
ser, su necesidad de existir. Neruda llega en estas Odas a la total conquista
de lo objetivo. El poeta las canta en función de la necesidad que tiene el
hombre de ellas y, por tanto, estas Odas son auténtica poesía social. Les queda
todavía algo del aire marcial del poeta de Tercera residencia y de Canto
general. Y junto a los temas enunciados encontramos desarrollados otros que
parecían insospechables: el aire, el amor, la flor, la claridad, el día feliz,
la alegría, la esperanza, el otoño, la poesía, la sencillez, la tranquilidad,
el verano, la vida, las estrellas, la luna.
Una de las odas que mejor explican
esta transformación del poeta es la titulada “Oda a la alegría”: “Te desdeñé,
alegría. / Fui mal aconsejado. / La luna / me llevó por sus caminos. / Los
antiguos poetas / me prestaron anteojos / y junto a cada cosa / un nimbo oscuro
/ puse / ... equivoqué mis pasos / y hoy te llamo, alegría. / ... ¡Contigo por
el mundo! / ¡Con mi canto! / ... No se sorprenda nadie porque quiero / entregar
a los hombres / los dones de la tierra / porque aprendí luchando / que es mi
deber terrestre / propagar la alegría. / Y cumplo mi destino con mi canto”.
Algunas de estas odas son puros juegos, otras son exaltaciones de la naturaleza
americana (especialmente las dedicadas a los pájaros).
Neruda
empieza narrando un hecho minúsculo para ascender, a través de una expresión
sencilla y de un metro corto, a deslumbrantes comparaciones; así en “Oda al
libro” (II): “Libro / hermoso, / libro / mínimo bosque, / hoja / tras hoja, /
huele / tu papel / a elemento, / eres / matutino y nocturno, / cereal, /
oceánico...”. Algunas de estas odas están dedicadas a poetas: a César Vallejo,
a Jorge Manrique, a Rimbaud y a Walt Whitman. He aquí cómo interpreta a Jorge
Manrique: “Adelante, le dije, / y entró el buen caballero / de la muerte. / Era
de plata verde / su armadura / y sus ojos / eran / como el agua marina. / Sus
manos y su rostro / eran de trigo. / ... tus estrofas. / De hierro y sombra
fueron, / de diamantes / oscuros / y cortadas / quedaron / en el frío / de las
torres / de España, / en la piedra, en el agua, / en el idioma”. Y Neruda
contrapone su estilo al del clásico, a quien hace afirmar que si ahora cantara
de nuevo, “No a la muerte / daría / mi palabra”...”Es la hora / de la vida”.
Frente a la actitud de Residencia en la Tierra, las Odas elementales son una
afirmación de vida y de esperanza y se cuenta entre las obras más valiosas del
gran poeta chileno. A fines de 1957 apareció en Buenos Aires el Tercer libro de
Odas elementales, que sigue la tónica que caracteriza los anteriores.
Con una tendencia a superar el
hermetismo de sus primeros libros e inclinado a la simplificación, pero sin
rehuir los temas políticos, su obra siguió enriqueciéndose con nuevos títulos:
Nueva residencia en la tierra (1956), Estravagario (1959), Navegaciones y
regresos (1959) y los Cien sonetos de amor (1959) dedicados a Matilde Urrutia.
Ya en 1957 se habían publicado en Santiago de Chile sus Obras completas, en un
lujoso tomo de 1265 páginas que, según Homero Castillo, se consideró “el
acontecimiento editorial del año”.
Le siguieron, ya en la década
siguiente, Canción de gesta (1960), Piedras de Chile (1961), Plenos poderes
(1962), Memorial de Isla Negra (1964), Artes de pájaros (1966), Una casa en la
arena (1966) La Barcarola (1967) y Las manos del día (1968). De 1967 es la obra
teatral Fulgor y muerte de Joaquín Murieta. Sus últimos volúmenes publicados
fueron Fin del mundo (1971), La espada encendida (1971), Las piedras del cielo
(1971) e Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1973).
Entre sus obras póstumas merecen destacarse sus memorias, Confieso que he
vivido, que fueron publicadas en 1974.
ERNESTO CARDENAL
Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua,
1925). Poeta nicaragüense. Poeta revolucionario y sacerdote católico, se dio a
conocer con la obra El corno emplumado. Comprometido políticamente con los
conflictos sociales de su país, desde 1954 participó en las luchas contra el
dictador Somoza, y posteriormente fue ordenado sacerdote, tras lo cual residió
durante un tiempo en un monasterio de Estados Unidos. Esta reclusión religiosa
supuso para el poeta un oasis de serenidad frente a la deslumbrante ciudad
moderna. De regreso en Nicaragua fundó una comunidad en la isla de Solentiname.
Su poesía, reflejo de su radicalismo personal, denunció el sufrimiento y la
explotación de las llamadas repúblicas bananeras, temática que centra su Canto
nacional. También se aproximó a las ideas de la teología de la liberación, las
cuales se dejan entrever en sus poemarios Salmos, de 1964, y Oración por
Marilyn Monroe y otros poemas, de 1965.
Ernesto Cardenal ingresó en 1935 en el
Colegio Centro América de los Jesuitas en Granada, donde estudió el
bachillerato. Cursó luego filosofía y letras en la Universidad Nacional
Autónoma de México, graduándose en 1947. Entre 1948 y 1949 hizo el posgrado en
la Universidad de Columbia, Nueva York. Discípulo de J. Coronel Urtecho,
integró la llamada “Generación del 40” junto con los poetas E. Mejía Sánchez y
C. Martínez Rivas. Viajó por Europa y en 1950 regresó a Nicaragua. Empezó a
escribir sus poemas históricos y a traducir con Coronel Urtecho poesía
norteamericana, hasta formar una voluminosa antología.
En 1952 fundó una editorial exclusiva
del género, El hilo azul, y en 1954 participó en un movimiento armado que
intentó asaltar el Palacio Presidencial, que fue conocido como la Rebelión de
Abril. En 1956 escribió su extenso poema político “Hora cero”. Pero ese año
cambió el rumbo de su vida: resolvió profesar e ingresó al Monasterio de
Nuestra Señora de Gethsemani, en Kentucky, Estados Unidos, donde Thomas Merton
fue su maestro y mentor espiritual. Continuó sus estudios religiosos en México
y en Colombia.
Ordenado sacerdote en Managua en 1965,
viajó a Estados Unidos para planear la creación de una pequeña comuna
contemplativa en Nicaragua, que fundó al año siguiente en el archipiélago de
Solentiname. En 1970 visitó Cuba, relatando su experiencia de la revolución en
el libro En Cuba. También conoció los procesos del Perú y Chile. En octubre de
1977, cuando se inició la primera ofensiva insurreccional, participaron en ella
como guerrilleros un grupo de jóvenes de Solentiname, que asaltaron el cuartel
San Carlos, por lo que la Guardia somocista destruyó su comunidad y Cardenal
fue condenado en ausencia a muchos años de prisión. En 1979, con el triunfo de
la Revolución Sandinista, fue nombrado ministro de Cultura, cargo que desempeñó
hasta 1988.
La obra de Ernesto Cardenal es
coloquialista y a la vez profundamente lírica. Su poesía, una de las más
sólidas y reconocibles de América Latina, se sustenta en el legado del
modernismo norteamericano (sobre todo Pound y Williams), pero con otras
influencias como la cultura popular o las tradiciones religiosas y científicas,
a través de un verso claro pero de gran impacto.
Perteneciente a un brillante grupo de
poetas entre los que destacan Coronel Urtecho, P. A. Cuadra y Joaquín Pasos, ya
en sus primeros libros, La ciudad deshabitada (1946) y El conquistador (1947),
muestra su inclinación hacía una poesía narrativa y épica. Fue decisiva, para
su futura poesía, su lectura de Ezra Pound. En verso libre, con una ironía y un
sentido mágico de lo cotidiano, su mejor poesía capta la intensidad alucinante
de la vida moderna y se inspira en motivos de su compromiso cívico y en sus
experiencias religiosas: Hora cero (1960), Epigramas (1961), Gethsemani Ky
(1960) Salmos (1964), Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965), El
estrecho dudoso (1966) y Homenaje a los indios americanos (1969).
A partir de los años setenta su poesía
se radicaliza y se vuelve primordialmente instrumento de la acción política:
Canto nacional (1972), Oráculo sobre Managua (1973), Tocar el cielo (1981) y
Vuelos de victoria (1984). Entre sus últimos libros de poesía se encuentran
Cántico cósmico (1989), Los ovnis de oro (1992), Telescopio en la noche oscura
(1993), Antología nueva (1996) y Vida en el amor (1997). Como ensayista son
destacables el volumen dedicado a La poesía nicaragüense de Pablo Antonio
Cuadra (1973) y Cristianismo y revolución (1974). En 1998 se publicó el primer
volumen de su autobiografía.
Salmos (Dos salmos del libro homónimo
publicado por Cardenal en 1964)
Salmo
1
Bienaventurado
el hombre que no
espía a su
hermano
ni delata a
su compañero de colegio
Bienaventurado
el hombre que no lee
los anuncios
comerciales
ni escucha
sus radios
ni cree en
sus slogans
Será como un
árbol plantado junto a
una fuente.
Salmo
5
Escucha mis
palabras oh Señor
Oye mis
gemidos
Escucha mi
protesta
porque no
eres Tú un Dios amigo de
los
dictadores
ni partidario
de su política
ni te
influencia la propaganda
ni estás en
sociedad con el gangster
No existe
sinceridad en sus discursos
ni en sus
declaraciones de prensa
Hablan de paz
en sus discursos
mientras
aumentan su producción
de guerra
Hablan de paz
en sus
Conferencias
de Paz
y en secreto
se preparan para la guerra
Sus radios
mentirosas
rugen toda la
noche
Sus
escritorios están llenos de planes
criminales y expedientes
siniestros
Pero Tú me
salvarás de sus planes
Hablan con la
boca
de las
ametralladoras
sus lenguas
relucientes
son las
bayonetas
Castígalos Oh
Dios
malogra su
política
confunde sus
memorándum
Impide sus
programas
A la hora de
la sirena de alarma
Tú estarás
conmigo
Tú serás mi
refugio
el día de la
Bomba
al que no
cree en la mentira de sus
ganancias
comerciales ni en sus
campañas
publicitarias
ni en sus
campañas políticas
Tú lo
bendices.
Epigrama (Uno de sus versos)
Al perderte
yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú
eras lo que yo más amaba,
y tú, porque
yo era el que te amaba más.
Pero de
nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo
podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti no
te amarán como te amaba yo.
NICOLÁS GUILLÉN
Nicolás Guillén (Camagüey, 1902 - La
Habana, 1989). Poeta cubano, considerado el máximo representante de la llamada
poesía negra centroamericana, y poeta nacional de la isla por su obra ligada a
la cultura afrocubana. Nicolás Guillén cursó un año de derecho en La Habana,
antes de abandonar la universidad y volver a su ciudad donde trabajó como
tipógrafo y se dedicó al periodismo en la redacción de El Camagüeyano, en cuyas
páginas inició también su actividad literaria.
A partir de 1925 Nicolás Guillén se
instaló en la capital donde participó activamente en la vida cultural y
política de protesta, lo que le supuso breves arrestos y períodos de exilio en
varias ocasiones. En 1937, cuando había publicado ya sus primeros tres libros,
ingresó en el Partido Comunista de Cuba, fundado por su amigo y también poeta
R. Martínez Villena, y participó en el célebre Congreso por la Defensa de la
Cultura, realizado en Valencia en plena Guerra Civil española, donde conoció a
P. Neruda, R. Alberti, F. García Lorca y O. Paz, y su obra alcanzó difusión
europea.
A su regreso a Cuba, Nicolás Guillén
dirigió la revista Mediodía y participó de los movimientos de vanguardia en las
tribunas de Gaceta del Caribe y Revista Avance. Pasó luego años de exilio,
viajando por Sudamérica, y en 1956 recibió el Premio Lenin de la Unión
Soviética, hasta que el triunfo de la Revolución castrista, en 1959, le
permitió regresar a la isla, donde desempeñó distintos cargos, como la
presidencia de la Unión de Escritores, desde 1961, y misiones diplomáticas de relieve.
La obra poética de
Nicolás Guillén
En cuanto a su actividad literaria,
Guillén se inició en el posmodernismo, aunque pronto su producción se inscribió
dentro de la llamada línea realista de los múltiples vanguardismos cubanos,
cultivando como ningún otro autor la llamada poesía negra o antillana.
Desde su condición de mulato expresó
con un peculiar sentido rítmico la temática del mestizaje, en un contexto
social y político que manifestaba la dura opresión y servidumbre sufrida por el
pueblo. En sus comienzos le caracterizó incluso una fonética afrocubana, que
más tarde abandonó para desmarcarse de la tradición oral folclórica.
A esta primera época pertenecen
Motivos de son (1930) y Sóngoro cosongo (1931). Poco después, con West Indies
Limited (1934) se alejó del mero ejercicio rítmico para incorporar la protesta
política y antiimperialista, orientándose hacia una cólera militante y
comprometida con el hombre.
El poema más conocido del libro,
Balada de los dos abuelos, indicó la madura aceptación de lo africano y de lo
español en una misma sangre: el abuelo blanco y el abuelo negro, que evocan
además la crueldad del tráfico de esclavos. En poemas como Sensemayá y La
muerte del Ñeque se inspiró en ritos y creencias africanos, sin que ello
supusiera un rechazo de la cultura blanca.
Nicolás Guillén siguió evolucionando
en la dirección de las preocupaciones políticas y sociales con Cantos para
soldados y sones para turistas (1937), donde todavía conservó formas propias
del canto y de la danza afrocubana al mismo tiempo que se hicieron ya evidentes
algunos de los rasgos estilísticos que predominaron en su lírica posterior,
como el uso frecuente que hizo de onomatopeyas “jitanjáforas” que aparecieron
abundantemente en la obra del fundador del futurismo, el italiano F. Marinetti,
y la creada por el vanguardista cubano M. Brull, así como la rima aguda, las
reiteraciones o la enumeración.
En el mismo año de 1937 lanzó una
acusación hacia el impacto y la injusticia de la Guerra Civil española y del
asesinato de F. García Lorca, en Poemas en cuatro angustias y una esperanza.
Después, aunque conservó siempre una particular claridad expresiva popular, el
elemento rítmico fue decreciendo en beneficio de un tono más elevado y
ambicioso desde El son entero (1947) hasta La paloma de vuelo popular (1958) y
sus poesías en sazón revolucionaria de Antología mayor (1964), donde mostró su
compromiso con la Revolución cubana y los desheredados del mundo.
Además, su poesía se hizo eco también
de las inquietudes neorrománticas y metafísicas del momento, como la
trascendencia del amor y la muerte que ocuparon un espacio importante en su
obra. Otras obras en esta dirección fueron: Tengo (1964), donde manifestó su
júbilo ante la Cuba revolucionaria y Poemas de Amor, que apareció el mismo año.
Más tarde publicó títulos como El gran zoo (1967), La rueda dentada (1972), El
diario de a diario (1972) y Por el mar de las Antillas anda un barco de papel
(1977). Además, en Prosa de prisa (1975-1976) recogió una selección de sus
trabajos periodísticos. Y aún dentro de su poesía cabe destacar el singular
Poemas para niños y mayores de edad (1977), donde siguió demostrando su gran
capacidad para conjugar preocupaciones diversas y encontrar formas de expresión
constantemente renovadas.
LA POESÍA NEGRISTA DE
NICOLÁS GUILLÉN
La función de la poesía afroantillana
es redescubrir al negro dentro de su circunstancia americana. Las primeras
manifestaciones hacía el negro las encontramos en los textos hispanoarábigos
del siglo XI. En ellos se hace referencia al negro peyorativamente, dándole a
su color un símbolo de maldad, fealdad, tristeza, etc. Desde entonces varios
escritores han hecho referencia al negro en sus obras, Algunos lo han visto de
forma, positiva y humana- otros lo presentan con una visión prejuiciada,
aprovechándose de él para la burla.
Sin embargo, es importante destacar en
esta poesía su carácter erudito, el beneficio obtenido de la técnica y de los
metros del modernismo, el carácter indigenista, la aparente ingenuidad, la
tendencia a nutrirse de motivos tomados directamente del mundo africano como
son sus ritos, supersticiones, bailes.,, Es esta poesía una que aspira a
recoger ritmos y temas del folclor popular, casi siempre exagerándolos. Por
otro lado, su tendencia aun neto perfil social es un factor de vital
importancia (si no el más importante) en cuanto alude a la dignificación del
hombre de color y a su rehabilitación.
Técnicamente la poesía afroantillana
se sirve, en muchos casos, del juego libre de la poesía pura, de la imagen
infantil cercana al disparate lírico, de la jitanjáfora y de la onomatopeya
audaz, En la mayoría de los casos prescinde de los esquemas métricos
tradicionales y sólo respeta algunos de ellos. Su trasfondo erudito y lo que
hay en ella de artificio saltan a la vista bajo un aparente cielo de primitiva
ingenuidad. Sus mejores intérpretes son poetas cultos que ponen sus
conocimientos literarios y hasta fonéticos al servicio del género.
En el Caribe hispánico encontramos a
Nicolás Guillén corno uno de los representantes de este tipo de poesía. Nicolás
Guillén está orgulloso de su sangre mulata; varias veces en su poesía se ha
referido a los <> el negro y el blanco; que se abrazan
a él.
En su poesía, como en su sangre, se
juntan armónicamente dos herencias: la negra, que le comunica un ritmo musical
y una leve gracia juguetona enteramente originales; y la española, que aporta
el dominio de formas poéticas tradicionales y de un idioma flexible y abierto.
Hay en ella una evolución gradual desde lo folclórico y pintoresco al
descubrimiento de la miserable condición social del negro cubano, primero, y de
tantos y tantos despojados después. El mayor mérito de Guillén, que le sitúa
entre los revolucionarios de la poesía española, es la adaptación literaria de
la canción folclórica afrocubana.
Sus poemas son una búsqueda por la
igualdad social de los negros. Su sentir, su deseo, es lograr la unificación de
la raza, la convivencia en armonía. La presencia norteamericana en Cuba es
motivo de su antiimperialismo en la poesía que presenta. En ella vemos la
situación del negro, no sólo en las Antillas, sino también en el Continente. Su
poesía, además, presenta un canto desesperado con la esperanza de una
liberación; hiere más profundo, la sentimos desde adentro. Guillén alude a las
raíces étnicas de la raza:
“Lengua con
punta de hueso
tambor de
cuero y madera
mi abuelo
negro.
Gorguera en
el cuello ancho
gris armadura
y guerrera;
mi abuelo
blanco.”
“Balada de los dos abuelos”
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA
Pedro Henríquez Ureña (Santo Domingo,
1884 - Buenos Aires, 1946). Escritor y humanista dominicano. Hijo de la poetisa
Salomé Ureña de Henríquez, ha sido una de las figuras más sólidas y estimables
de la cultura dominicana. Su vida literaria empezó a los catorce años, con la
publicación de una colección de poemas titulada Aquí abajo. En 1901 se trasladó
a Nueva York a cursar estudios universitarios. De aquella ciudad pasó a La
Habana, Cuba, donde en 1905 publicó su primer libro, Ensayos críticos, para
pasar luego a México, donde permanecerá entre 1906 y 1913.
En 1914 volvió a la capital cubana,
donde publicó un estudio acerca de Hernán Pérez de Ayala. Entre 1915 y 1916
residió en las ciudades de Washington y Nueva York, donde en 1918 publicó Las
nuevas estrellas de Heredia. Durante este último año ingresó en la Universidad
de Minnesota, en la que se mantuvo como docente hasta 1921. Durante estos años
viajó a España en dos oportunidades y estableció contacto con Ramón Menéndez
Pidal, quien escribió el prólogo a Versificación irregular de la poesía
castellana, su tesis doctoral presentada en Minnesota.
De Estados Unidos salió hacia México,
donde participó activamente de las políticas adelantadas desde la Secretaría de
Educación por José de Vasconcelos. Allí ejerció la docencia universitaria y fue
director general de Enseñanza Pública en Puebla. En 1924 se trasladó a
Argentina, país en el cual residiría hasta su muerte, con una pausa entre 1931
y 1933, cuando atendió el llamado del presidente Trujillo para que se hiciera
cargo de la dirección de Educación, labor en la que decidió no permanecer.
Durante este período ocupó una cátedra en la Universidad. En Argentina fue
catedrático en las universidades de Buenos Aires y de La Plata. Murió en 1946
mientras se dirigía en tren hacia esta última ciudad a atender sus compromisos
académicos.
Erudito de tipo moderno, preocupado
por la corrección y la pureza del lenguaje, y enamorado de los clásicos
griegos, latinos y castellanos, apenas escribió obras de imaginación, como el
cuento La Sombra, el poema dramático El nacimiento de Dionisos y algunas
poesías más, dentro del tono y ambiente del modernismo. Su limpieza literaria
corrió parejas con su limpieza espiritual: por caminos opuestos a los de su
hermano Max, se alejó pronto cuanto pudo del dictador Trujillo.
Fue filólogo y un ensayista de
verdadera altura, apasionado por la sencillez del lenguaje, que procuró limpiar
de barroquismos hasta llegar en ocasiones a la sequedad. A este respecto, son
fundamentales sus estudios titulados Corrientes literarias en la América
hispana; Seis ensayos en busca de nuestra expresión; Ensayos críticos (1905);
Horas de estudio (1910); Mi España (1912); La versificación irregular en la
poesía castellana (1920); La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo
(1936); El español en Santo Domingo (1940); Plenitud de España (1940), y su
obra póstuma: Historia de la cultura en la América Hispánica (1947).
Son de verdadera importancia sus
ensayos sobre Juan Ruiz de Alarcón y sobre Hernán Pérez de Oliva, así como su
recopilación de Romances de América (1913), en la que recoge los romances
españoles que todavía se recitan o cantan en la República Dominicana. Nuestro
autor es una figura ilustre de las Letras de la América española.
CONCLUSIÓN
La vida
literaria de un continente es muy amplia y ha girado en torno a muchas
corrientes y tendencias dentro de los escritos.
La Poesía
Vanguardista vino a representar un cambio del esquema tradicional que hasta ese
día se tenía en torno a ella, donde a nivel mundial se dieron aportes que
fueron fundamentales para su desarrollo, por su puesto, Latinoamérica no escapo
a esta circunstancia.
Algunos
de los poetas vanguardista que se desarrollaron en el trabajo son:
-
José
Juan Tablada: Con el desarrollo de sus caligramas realizados en su poemario Li
– Po y otros poemas (en honor a un escritor chino), no solo logro representar
con una imagen el contenido del poema, sino que también dejo su nombre marcado
en la literatura al desarrollar esta corriente, y que orgullo, que haya sido en
Venezuela donde se imprimió el primer ejemplar de esta obra.
-
Cesar
Vallejo: el poeta siempre fue un baluarte de la poesía humana, con sentido
social, reflejo sus dolores, críticas y vivencias a través de este género.
-
Nicolás
Guillén: Cubano de corazón y alma, fue testigo de la discriminación racial, y
que mejor vía que su pluma para dejar su huella en la crítica social, donde
colocaba en equilibrio a negros y blancos.
FUENTES DE CONSULTA
www.google.co.ve
www.definicion.de
www.blogdepoesia.wordpress.com
www.slideshare.net
www.drae.rae.es
www.es.wikipedia.org
www.profesorenlinea.cl
www.biografiasyvidas.com