SEMÁNTICA
DE LA PALABRA (LEXEMÁTICA)
Siguiendo a Coseriu (1968: 3-16), se
llama ‘lexemática’ a la parte de las semántica que aborda el estudio de las
relaciones de significación, también llamadas relaciones léxico-semánticas o
relaciones de sentido (cf. Trujillo, 1976).
«Lexemática
desde la concepción tripolar del significado: relaciones de significación y
designación.
Volvemos
ahora a la concepción tripolar del significado, así como al punto de partida
del triángulo de Odgen y Richards. Acerca de este triángulo afirma Pierre
Guiraud que “tiene el mérito de introducir la cosa nombrada que,
extralingüística o no, el semántico no puede ignorar” (Guiraud 1981, 26).
Entramos, pues, otra vez, en la distinción entre Significado [Bedeutung] y
Designación [Bezeichnung] y el problema extralingüístico.
Sobre
esta concepción tripolar se ha estructurado la disciplina más reciente ocupada
de estudiar y analizar el significado léxico: la lexemática. Se trata de una
disciplina concreta dentro del marco de la semántica estructural que nace a
mediados de los años ’60 con el fin de estudiar el significado léxico mediante
criterios funcionales, para lo que establece una nítida diferencia entre las
relaciones de significación y las relaciones de designación. Desde tales presupuestos,
este método, cuyo fundador es Eugenio Coseriu, se propone el estudio de las
oposiciones de contenido. La lexemática, así como la semántica estructural,
parte del principio de que el léxico presenta unas estructuras determinadas
para cuyo análisis es necesario estudiar las oposiciones léxicas.
La
lexemática no es una disciplina lingüística nueva. Surgió hace algo más de
veinte años con un fin preciso: estructurar el léxico.
Sucesivos
estudios lexemáticos han ratificado las previsiones de quienes inauguraron esta
vía de investigación. Se puede estructurar el léxico, sí, pero limitadamente.
No admite, por así decirlo, las rigideces de otros niveles.
La
reflexión lexemática se ha limitado casi siempre al terreno de la Investigación
pura, doctoral, y ha descuidado las útiles aplicaciones que sin duda tiene.
Son
muchas: lexicográficas, que mejorarían la precisión de los actuales
diccionarios; históricas, que cimentarían estudios etimológicos y glosarios de
textos antiguos; contrastivas, que ayudarían a la enseñanza de idiomas, traducción
e interpretación de textos; y, por supuesto, las lexicodidácticas en la lengua
materna, que son las que vamos a tratar.
Las
estructuras lexemáticos parten de un supuesto sencillo: las palabras se oponen y
se combinan. Por su oposición significan; por su combinación se unen en el
discurso y lo dotan de propiedad y exactitud.
BASES
LINGÜÍSTICAS DE LA SEMÁNTICA LÉXICA
Las tareas
de la semántica léxica:
- Caracterizar el significado de las
palabras.
- Dar cuenta de las relaciones de
significado entre las palabras:
- hombre-persona
- caballo-corcel
- Caracterizar los distintos tipos de
significado:
- suspender-catear: Diferencia social
- fresa-frutilla: Diferencia geográfica
- Variación contextual del significado.
El significado de las palabras varía en mayor o menor medida según el contexto
en el que aparezca.
(1)
Juan empezó la botella (empezó a beber)
(2)
Juan empezó el libro (empezó a leer, a escribir,...)
- El cambio semántico. Las palabras
amplían sus significados y adquieren contenidos nuevos para adaptarse a las
nuevas realidades. Por ejemplo, el componente del significado que hace referencia
a la forma de los objetos permite una exitosa extensión de significado basada
en la forma:
(3)
ratón como roedor.
(4)
ratón como dispositivo informático.
Ferdinand
de Saussure ha sido considerado como el
padre y fundador de la lingüística moderna y, como tal, su pensamiento,
contenido en el Curso de Lingüística General, se ha proyectado,
ineludiblemente, desde su publicación hasta la actualidad.
El gran
mérito del maestro ginebrino reside en el hecho de haber sido el primer
científico que delimitó el objeto de estudio de la lingüística: la lengua. El
punto de partida de su teoría se encuentra en la distinción entre lenguaje,
lengua y habla. No obstante, se va a centrar en el estudio de la lengua
considerada, desde el punto de vista de su organización interna, como un
sistema de signos, rompiendo así con la concepción decimonónica. Pero estos
signos no existen en sí, sino solamente en virtud de su oposición a otras
unidades del mismo rango. Nada existe en la lengua sino oposiciones, de donde
deduce que “la lengua es una forma y no una substancia” y aquí reside la piedra
angular de toda su teoría. Las unidades lingüísticas, pues, se presentan como
unidades puramente relacionables. La lengua así concebida se asemeja a algunos
otros sistemas de signos y constituye con ellos el objeto de una teoría general
a la que incluso se atrevió a denominar semiología. Como otras disciplinas
semióticas, constituye una teoría formal que examina objetos ideales cuya
existencia no se infiere inmediatamente de los hechos observables. Por esto
Saussure comparaba la lingüística a las matemáticas; según Godel, Saussure
había observado ya en 1894 que las relaciones fundamentales entre las unidades
de la lengua pueden expresarse regularmente con la ayuda de fórmulas
matemáticas.
La teoría innovadora de Saussure sería asimilada por la
lingüística posterior que iba a ver en la lengua la configuración de un
entramado universal en el que cada unidad particular funcionaría de una manera
determinada. Por ello, después de Saussure, los lingüistas se verán en la
obligación de, tras una reflexión personal y profunda, continuar la
investigación iniciada por el maestro; aunque, si bien es verdad, algunos no
querían admitir explícitamente la base de su investigación, en todas sus
teorías siempre subyace, de alguna manera, la presencia del maestro ginebrino.
Por lo tanto, se tratará ahora de ampliar, perfeccionar e, incluso, terminar el
legado que, con tan buena fortuna, habían recibido. Concretamente, la escuela
de Praga (bajo la dirección de Troubetzkoy y Jakobson), la escuela de
Copenhague (con la glosemática de Hjelmslev) y, en menor grado, la escuela
americana (con Bloomfield), van a asimilar, de alguna manera, el
estructuralismo saussureano. Las tres coincidirán en unos postulados que,
indudablemente, había marcado Saussure: la distinción lengua/habla,
sincronía/diacronía, relaciones sintagmáticas/ relaciones asociativas.
Hjelmslev
funda su glosemática en la idea saussureana de que la lengua es forma y no
sustancia. Para él la forma de cada uno de los planos que configuran el signo
constituirá el ámbito de lo puramente lingüístico y será la prueba de la
conmutación la encargada de diferenciar las variantes y las invariantes; la
lengua será un sistema de invariantes. Los praguenses, por su parte, van a
distinguir los dos planos del signo lingüístico, pero, a diferencia de éstos,
van a tener en cuenta en el análisis descriptivo de la lengua las sustancias
del plano de la expresión (fonética) y del plano del contenido (semántica).
Por otro lado, la dicotomía saussureana lengua/habla la
transforma Hjelmslev en esquema (la lengua como forma pura), norma (la lengua
como forma material) y uso (conjunto de hábitos); al habla saussureana, la
denomina ‘acto’. La escuela de Praga comparte, así mismo, esta oposición,
aunque no se inclina a subrayar la autonomía de la lengua; de la misma manera,
al concebirla como sistema funcional, va a romper las barreras que para los
ginebrinos existían entre sincronía y diacronía:
“No se pueden
poner barreras infranqueables entre los métodos sincrónico y diacrónico, como
hace la escuela de Ginebra... El estudio diacrónico no sólo no excluye en
absoluto las nociones de sistema y de función sino que, por el contrario, de no
tener en cuenta tales nociones resulta incompleto. Por otro lado, la
descripción sincrónica tampoco puede excluir la noción de evolución, ya que
incluso en un corte considerado sincrónicamente existe la conciencia del estado
en formación” [2].
Y
siguiendo de nuevo al resto de las escuelas estructuralistas, se interesan los
praguenses esencialmente por las oposiciones, las relaciones y las funciones de
los elementos en el sistema; en definitiva, tendrán en cuenta las relaciones
sintagmáticas y las paradigmáticas.
La escuela
lingüística americana viene representada en sus orígenes por Sapir y
Bloomfield. El primero, presenta su marco teórico sin haber recibido la
influencia directa de Saussure pero, a pesar de ello, su punto de partida está
muy cercano a las concepciones del maestro ginebrino, pues, como él, Sapir
distingue en la lengua un sistema físico y un sistema ideal y considera
precisamente a este último como “el principio real y más importante en la vida
de la lengua” [3]. De este principio se deriva la conocida hipótesis de la
relatividad lingüística de Sapir y Whorf que ya no encuentra equivalencia en la
teoría de Saussure.
El
segundo, Leonard Bloomfield, tiene una vinculación más estrecha con el
estructuralismo saussureano o, con palabras de Jakobson, es “Uno de los
primeros apreciadores y partidario sin reservas del Cours”[4]; en efecto en la
reseña que, en 1924, hace del Curso de Lingüística General aprueba la dicotomía
lengua/ habla y señala que con ella Saussure nos había dado la base teórica
para una ciencia del habla: “he has given us the theoretical basis for a
science of human speech”[5]. Posteriormente en su obra Language[6], manual del
estructuralismo americano por excelencia, se propone como fin la elaboración de
un sistema único, constructivo y coherente de los conceptos propios de la
descripción sincrónica de una lengua; al igual que Saussure trata de extraer
del complejo conjunto de fenómenos comprendidos bajo el término ‘lengua’ un
objeto que sea propiamente lingüístico. En su opinión, el objeto de la
lingüística está constituido no por los significados y los sonidos en sí mismos
sino por “la asociación de sonidos determinados a un sentido determinado” [7].
Los sonidos interesan a la lingüística en cuanto que permiten diferenciar las
significaciones; los rasgos esenciales de los sonidos, es decir, los fonemas de
una lengua, son aquellos que conllevan una diferencia de sentido. La
lingüística se interesará, pues, no por la significación concreta de la forma y
de la palabra que, según Bloomfield “no puede ser analizada en el marco de
nuestra ciencia” [8], sino por la diferencia entre los sentidos de dos formas o
de dos palabras. Este principio es totalmente equivalente al de la conmutación
de Hjelmslev y ha sido aceptado por numerosos lingüistas americanos.
Igualmente, muy cercano al concepto saussureano de ‘sintagma’
encontramos el concepto bloomfieldeano de ‘constituyente inmediato’; concepto
que ha determinado durante muchos años la orientación de las investigaciones
sintácticas formales, al mismo tiempo que ha sido utilizado con éxito en
numerosas gramáticas automáticas y en los modelos matemáticos de la lengua.
Todas
estas escuelas que han recibido de manera directa las enseñanzas de Saussure,
han construido sus teorías de descripción lingüística basándose, en gran
medida, en principios metodológicos comunes: simplicidad, exhaustividad,
coherencia, objetividad, carácter formal, etc., siendo esto lo que,
fundamentalmente, nos permite aducir que, si bien sus doctrinas son variedades
del estructuralismo, sus intereses, sus concepciones sobre las tareas de la
lingüística, la terminología empleada y los procedimientos concretos del
estudio de la lengua son diferentes, aunque se complementan.
En la
segunda mitad del siglo XX se produce el triunfo de la otra escuela más
importante de la ciencia del lenguaje, la llamada gramática generativa
introducida por Noam Chomsky. Sin embargo, esta nueva manera de enfocar
metodológicamente los estudios lingüísticos no se podría concebir sin F. de
Saussure. En efecto, esta gramática, al igual que la estructural, estudia la
lengua sincrónicamente, y, como ella, la considera su objeto de estudio. Parte
Chomsky de una distinción fundamental entre ‘competencia’ y ‘actuación’,
estableciendo desde el primer momento que el objeto de la lingüística será la
‘competencia’:
“Lo que
concierne primariamente a la teoría lingüística es un hablante-oyente ideal, en
una comunidad lingüística del todo homogénea, que sabe su lengua perfectamente
y al que no afectan condiciones sin valor gramatical, como son limitaciones de
memoria, distracciones, cambios del centro de atención e interés y errores
(característicos o fortuitos) al aplicar su conocimiento de la lengua al uso
real” [9]
Es evidente el paralelismo que existe entre ambos
conceptos y la dicotomía saussureana lengua y habla, el propio Chomsky así lo
refleja:
“La distinción que aquí señalo [competencia y actuación]
está relacionada con la distinción langue/parole de Saussure, pero es preciso
rechazar su concepto de ‘langue’ como mero inventario sistemático de unidades y
más bien volver a la concepción de Humboldt de la competencia subyacente como
un sistema de procesos generativos” [10].
Ahora bien, una reflexión sobre estas palabras nos lleva
a defender el supuesto de que Chomsky ha interpretado superficialmente la
teoría del lingüista ginebrino, pues, en realidad, Saussure a lo largo del
Curso presenta reiterativamente su concepto de lengua como sistema, criticando,
incluso, a quienes de sus palabras pudieran deducir que la lengua es una mera nomenclatura:
“Tenemos, en primer lugar, la concepción superficial del
gran público que no ve en la lengua más que una nomenclatura, lo cual suprime
toda investigación sobre su naturaleza verdadera... Para ciertas personas, la
lengua, reducida a su principio esencial, es una nomenclatura, esto es, una
lista de términos que corresponden a otras tantas cosas”. [11]
Pero no solamente
la influencia de Saussure se manifiesta en la consideración de un mismo objeto
de estudio sino que las mismas relaciones sintagmáticas constituyen la base de
las reglas transformacionales, ya que dichas reglas se apoyan en conexiones
sintagmáticas.
Llegados
aquí, disentimos del esquema de influencias presentado por S. Serrano [12]
puesto que, para nosotras, la presencia de Saussure en América es directa, no
sólo en el caso de Bloomfield, que conocía perfectamente el Curso, sino también
pensamos que Chomsky tuvo en sus manos el Curso de Lingüística General.
Pero en el
siglo XX la lingüística estructural y la lingüística generativa no son las
únicas metodologías que hacen del lenguaje su objeto de estudio. El interés de
los científicos se centra en otros aspectos relacionados con el uso que se hace
del lenguaje en la vida diaria; ellos, precisamente, desarrollarán la
lingüística del habla cuyas puertas Saussure dejó abiertas, de la misma manera
que dejó esbozado el esquema de una lingüística geográfica y de una lingüística
diacrónica. Por otro lado, su precisa delimitación del objeto de estudio de
nuestra disciplina ha permitido, posteriormente, que la lingüística se integre
al dominio de otras ciencias, dando lugar de esta manera a disciplinas híbridas
tales como, entre otras, la sociolingüística, la psicolingüística,...
Ciertamente, y tras esta proyección diacrónica del Curso
de Lingüística General, es evidente que buena parte de la ciencia lingüística
actual encuentra sus orígenes en Saussure, no sólo por sus hallazgos sino por
su nueva forma de afrontar los estudios lingüísticos; por esa nueva mirada que
ha sido seguida y aplicada por muchas escuelas y lingüistas desde entonces
hasta ahora, porque, si bien algunas corrientes más recientes de la lingüística
suponen una superación de las teorías saussureanas, es cierto que nada hubiera
sido de ellas sin el camino y las nuevas ventanas que abrió el Curso. En
definitiva, toda la lingüística del siglo XX ha tenido éxito porque desde
Saussure, el gran revolucionario de los estudios lingüísticos, hasta la actualidad
no ha habido ningún lingüista serio que no haya leído el Curso y lo haya tomado
como punto de partida para, de alguna manera, partiendo de él superarlo o
modificarlo, pero nunca ignorarlo.
EL
SIGNIFICADO EN EL SIGNO LINGÜÍSTICO
Signo lingüístico
El signo lingüístico es la combinación
de un concepto (significado) y de una imagen acústica (significante), que
componen en conjunto una entidad lingüística de dos caras interdependientes. Es
una construcción social que funciona dentro de un sistema lingüístico y que
pone un "elemento" en lugar de otro. Como sistema, tiene la capacidad
de aplicarse a sí mismo y de explicar los demás sistemas de signos; pero es
importante advertir que en la lingüística y en la semiótica la teoría define al
objeto, y por lo tanto el signo es consecuencia de una perspectiva teórica.
Saussure se opone a que se considere
al signo lingüístico como una entidad unitaria, que implique concebir a la
lengua como una nomenclatura (es decir, una simple lista de términos que se corresponden
con las cosas), suponiendo que las ideas son preexistentes a los signos. Él
plantea que la unidad lingüística es una entidad biplánica compuesta por dos
términos: un concepto y una imagen acústica. El concepto está archivado en la
mente de los hablantes de la lengua y puede ser descrito como un haz de
elementos mínimos de significado, de modo tal que el concepto “perro” se
expresaría como el conjunto integrado por “animal”, “mamífero”, “canino”,
“masculino”. En cambio, la imagen acústica no es el sonido (cosa netamente
material), sino la huella psíquica que deja en nuestro cerebro. Estos dos
elementos están íntimamente unidos y se reclaman entre sí.
Para Peirce, el signo lingüístico es
una entidad de tres caras: el referente, el significante y el significado. El
referente es el objeto real, al cual hace referencia el signo. El significante
es el soporte material o sustancia, lo que captamos de acuerdo a los sentidos.
El significado es la imagen mental que se forma en el signo (concepto/abstracción
de ese algo).
Significado y sentido
El significado de una palabra se
concreta en su uso, es decir, cuando forma parte de un proceso de comunicación
en el que participan un emisor, que puede emplear una palabra con un
significado determinado, y un receptor, que puede interpretarla con otro
diferente. Por este motivo, una palabra puede adquirir diferentes sentidos
según la situación y el contexto en que se produce.
La situación es el conjunto de
circunstancias extralingüísticas que rodean un acto de comunicación. El
contexto lo forman las palabras que anteceden o siguen a otra. La situación y
el contexto permiten interpretar correctamente el significado de las palabras y
establecer así el sentido con que se emplean. Por ejemplo, la palabra, hoja
tiene diferentes ejemplos (de papel, del árbol o de afeitar).
Por otra parte, todas las palabras
poseen significados denotativos u objetivos, que figuran en los diccionarios
con independencia de la situación o el contexto en que se utilicen. Pero las
palabras adquieren frecuentemente significados connotativos o subjetivos, como
consecuencia de las valoraciones que los hablantes les añaden por motivos
personales o sociales.
La palabra noche, por ejemplo, tiene
un significado denotativo: espacio de tiempo durante el cual el Sol está debajo
del horizonte. Pero esta palabra puede adquirir otros significados connotativos
para los hablantes: sueño, diversión, oscuridad, tristeza o, incluso, muerte.
CONNOTACIÓN
1. tr. Ling. Dicho de una palabra:
Conllevar, además de su significado propio o específico, otro de tipo expresivo
o apelativo.
f. ling. Sentido o valor secundario
que una palabra, frase o discurso adopta por asociación con un significado
estricto: La palabra "aberración" tiene connotaciones peyorativas.
La connotación se da cuando una
palabra, además de su significado, conlleva otro u otros por asociación. Tres
tipos de connotación:
- generalizada: el significado
connotativo es conocido y aceptado por casi todos los hablantes. Puede llegar a
ser más habitual que el propio significado denotativo.
- de grupo: un mimo termino puede
sugerir diversos significados connotativos, dependiendo del grupo al que
pertenezcan el emisor y receptor.
- individuales: son aquellas
connotaciones aportadas por un individuo concreto.
El significado connotativo se utiliza
para palabras y expresiones que se libran de su significado real, es decir que
no se las utilizará en el sentido que podemos encontrar en el diccionario.
Cuando usamos la connotación se
modifica el significado por otro subjetivo y exclusivo para ese término. En
este sentido, se opone a la denotación, que se refiere al significado objetivo
de las palabras.
Veamos dos ejemplos:
Gris. En un lenguaje denotativo
significaría un color, mientras que en uno connotativo puede representar la
tristeza o la angustia.
“Tus ojos son dos luceros”, en el
sentido connotativo esta metáfora es un elogio y alude a unos ojos grandes y
brillantes.
SIGNIFICADO
LÉXICO O PLENO
Se dice del significado de las
palabras que designan entes, conceptos, cualidades, acciones o circunstancias.
Es el propio de los sustantivos, los adjetivos calificativos, los verbos y los
adverbios.
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