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jueves, 23 de febrero de 2012

La Narrativa, Poesía y Ensayo


NEOCLASICISMO

El Neoclasicismo es un movimiento cultural y artístico de origen francés basado en la razón. Se dejaba llevar por las reglas y lo racional. Sumamente influenciado por las ideas ilustradas. Para los intelectuales americanos de la época lo que estaba planteado era darle independencia política al Nuevo Mundo, para que pudiera crear sus instituciones libres, incorporarse a la obra universal de la creación de una humanidad mejor y dar al espíritu, al arte y a las ciencias el aporte insustituible del pensamiento y la sensibilidad del ser americano. Para esa inmensa empresa de creación de todo un mundo, la olvidada y pobre Venezuela de 1810 delega y presenta a los dos grandes hombres que estaban llamados a emprenderla y adelantarla en grado heroico y definitivo: Bolívar y Bello.

PRERROMANTICISMO

El prerromanticismo fue un movimiento literario que se desarrolla en Europa a lo largo del siglo XVIII y cuyo ocaso transcurre en las últimas décadas de la centuria, en total oposición al Neoclasicismo.
Durante el siglo XVIII triunfan en Europa las ideas clásicas francesas del siglo anterior (Neoclasicismo). Más, a la vez, se va forjando en varios países una reacción de signo radicalmente contrario.
En el Prerromanticismo se dan los siguientes caracteres, que lo separan del Neoclasicismo:
Afirman el predominio del sentimiento frente a la razón. En sus obras, los escritores expresan sus sentimientos más tristes y exaltados.
Rechazan las "reglas", aunque algunos escritores prerrománticos las aceptan.
Frente a la naturaleza arreglada y tranquila típica de los escritores neoclasicistas, los prerrománticos y más tarde los románticos prefieren lugares esotéricos y misteriosos, como cementerios, escenas nocturnas, tormentas, apariciones de fantasmas, etc.

JUAN VICENTE GONZÁLEZ

El 28 de mayo de 1810 nace en Caracas, hijo expósito, Juan Vicente González, gran escritor, periodista, maestro y político de fuste. Hizo sus primeros estudios con el eminente sacerdote José Alberto Espinoza; luego ingresó a la Universidad y se graduó de Licenciado en Humanidades.
Estudió latín, filosofía, literatura y gramática. Periodista más combativo y fogoso, ponía tal pasión en cada frase, que hacía temblar al enemigo cuando fustigaba y esclarecía a aquella persona que alababa. Desde las tribunas del diario que fundó, El Heraldo, ataca a cuantos se desvían de las ideas civilistas.
Funda en 1846 el Diario de la Tarde, para combatir la candidatura presidencial de Antonio Leocadio Guzmán. Con miras a su sostenimiento económico, funda el colegio «El Salvador del Mundo», en 1849. Como escritor y poeta fue un romántico. Si en las Catilinarias destilaba el fuego político, en las Mesenianas desbordaban los sentimientos de su corazón. En estos pequeños poemas en prosa, el gran escritor Juan Vicente González describe con profunda tristeza sus impresiones de la Venezuela que tanto conoció y amó.
El título de Mesenianas está tomado de las elegías que sobre Mesania, una región de Grecia, escribieron el abate francés Barthélemy y el poeta, también francés, Casimir Delavigne. Las elegías que integran la obra tratan de muy diversos temas, pero todas tienen en común la preocupación por lo venezolano, la exaltación de los valores patrios y el culto a los héroes; además, todas muestran la profunda tristeza con que el autor fue testigo de los conflictos que, en los últimos años de su vida, desgarraban a su patria. Juan Vicente González, el hombre que habla atacado tan furiosamente a sus enemigos en sus escritos, el apasionado periodista que utilizaba los peores insultos, narra con ternura y gran elevación poética la muerte de Andrés Bello o escribe, con semejantes características, la oración fúnebre de otro gran venezolano: el polifacético Fermín Toro.
Escribió la biografía de José Félix Ribas, un texto de gramática, uno de Historia de Venezuela y el de Historia Universal, que lo escribió estando preso, sin más recurso que su prodigiosa memoria. Esta vida apasionada de Juan Vicente González se apagó el 1º de octubre de 1866.

EDUARDO BLANCO (1838-1912)

Eduardo Blanco es, sin duda, una de las figuras más resaltantes dentro del panorama de la literatura nacional. Sus obras fundamentales son Venezuela Heroica y Zárate. El primero es un libro de estructura compleja. Tiene lo sui géneris de lo personal. El marco general de la obra es la historia en una concepción romántica. Pero en el fondo hay otros elementos finamente disueltos, que pueden aflorar fácilmente en un análisis detenido. Por ejemplo, hay algo de novela en los cuadros llenos de colorido de las batallas y las epopeyas bien logradas, sólo comparables con los de Juan Vicente González en su Biografía de José Félix Ribas. Así que no es historia pura y simple, el cuadro Las Queseras, por ejemplo. Allí hay vigor, vida, movimiento, propios de la novela. Por otra parte, en Venezuela Heroica hay un clima poético. Se ha dicho que el libro es un gran poema de nuestra gesta emancipadora. Hay mucho de verdad en esa afirmación. A pesar de lo marcadamente épico del libro, de lo puramente objetivo, de vez en cuando, se viven intensos momentos de lirismo. Porque Eduardo Blanco se entusiasma y hace vibrar las más escondidas fibras del alma humana. Sus cuadros tienen una virtuosa vitalidad inigualable.
En cuanto a Zárate, podemos decir que es la producción narrativa que mayor consistencia ofrece dentro de los títulos publicados por Eduardo Blanco. Ciertos rasgos objetivos y sicológicos, acercan la novela al hallazgo de lo nacional. Sin embargo, Blanco no podía liberarse por arte de magia de la pesada influencia romántica y en la mayor parte de la obra campean los desaciertos de dicha escuela, tanto en el estilo como en el comportamiento de los personajes. Blanco en todas sus producciones hace gala de un ampuloso estilo, grandilocuente, aprendido de Víctor Hugo y sus demás pintores de la escuela romántica. Y aun cuando en Zárate tiene el acierto de moderar en cierta forma sus arranques épicos, no lo consigue sustancialmente.

JUAN ANTONIO PÉREZ BONALDE (1846-1892)

Pérez Bonalde, la más alta figura de la lírica venezolana del siglo pasado, no tuvo la influencia inmediata en la generación de poetas subsiguientes a la de él. Mucho menos dentro de su propia generación. Sus grandes esfuerzos por encontrar un acento nuevo, depurado, se vieron opacados por la indiferencia y la ignorancia de muchos de sus contemporáneos. Sus aportes, sin embargo, fueron extraordinarios. Situado en el período de madurez del romanticismo americano, Pérez Bonalde, por temperamento, por sensibilidad y por época pertenece a esa escuela poética. Pero en vez de aferrarse a la melosa poesía, de una sentimentalidad enfermiza, en cuyo trasfondo estaban Zorrilla y Espronceda, buscó nuevos horizontes en los finos románticos alemanes e ingleses, tuvo como guías seguros a Heine y Edgar Allan Poe.
Así, Pérez Bonalde columbra como un adelantado las más nuevas adquisiciones poéticas. En un momento en que la poesía venezolana se mueve en medio de una hojarasca de figuras puramente ornamentales, él trata de crear en su poesía un rico mundo imaginativo, lleno de sugerencias y de una marcada tendencia moderna.
Los jóvenes poetas de su época no aguzaron el oído para captar su recado estético. El sólo queda como un precursor frustrado. Como el lírico que simplemente trajinó nuevos caminos. Su ejemplo no fructificó. Poetas de bohemia, los que encontró al regreso a su patria no pudieron ni supieron entender su sublime mensaje. No obstante, ningún poeta venezolano había logrado hasta entonces expresar tan bien sus sentimientos como Pérez Bonalde. En sus dos grandes elegías, Vuelta a la Patria y Flor, Pérez Bonalde logra los más finos y sublimes acentos líricos que se hayan alcanzado en la poesía venezolana moderna.
Vuelta a la Patria es como la canción del desterrado. En ese poema, el recuerdo del suelo nativo, el clima, el sol, el sentimiento familiar, cobran extraordinarios caracteres de grandeza. Lo patético, sin embargo, no llega a la desesperación desenfrenada.
Él sabe reprimir sus impulsos. La tristeza encuentra su cauce en el llanto que se queda en suspenso. Su espíritu cosmopolita y sus brillantes dotes de políglota, le habían dado la clave de un romanticismo depurado, profundo y verdaderamente excepcional. Vuelta a la Patria es como un manifiesto renovador para la poesía venezolana. El paisaje nativo, el recuerdo, el dorado resplandor de la ausencia, son incorporados en este poema a una tónica universal y moderna dentro de las más acabadas formas líricas. Por su parte, Flor es la elegía que el poeta dedica al recuerdo de su hija, muerta en plena niñez. El crítico venezolano Julio Planchart ha escrito: «Flor, otra elegía sin contrastes ni discursos, ya no expresa el sereno y grave dolor por algo irremediable y natural, como la muerte de un ser que cumplió con su tarea en la vida; ahora se trata de una pena sin consuelo, de una desventura sin fin ni nombre que hacen los puños alzar al cielo e infiere duda de la justicia de Dios y hasta de su existencia; la muerte de su hijita arranca al poeta supremos gritos líricos, profundamente conmovedores y convincentes de que en verdad nada hay más grande que el amor del poeta por su hija viva y su dolor por su hija muerta. Y ese sentimiento motivó una elegía imperecedera en la poesía venezolana que supera y forma emotiva en movimiento la gran elegía de Maitín a la muerte de su mujer».

MANUEL DÍAZ RODRIGUEZ

Manuel Díaz Rodríguez nació en el este de Caracas, el 28 de febrero de 1871. Estudió en el Colegio Sucre y en la Universidad Central con Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio, exponentes del saber científico de Venezuela.
Había escrito ya otros libros como «Confidencias de Psiquis», «De mis Romerías», «Cuentos de Color» y su gran novela «Ídolos Rotos», cuando muere su padre y el escritor debe encargarse de la propiedad paterna, la hacienda Los Dolores, y allí alterna, Virgilio de por medio, con las faenas agrícolas y la lectura de los clásicos y la preparación de otros ensayos –narraciones siempre lúcidas, siempre líricas-. De allí van a salir los libros «Sangre Patricia», «Camino de Perfección», «Sermones Líricos», «Peregrina o el Pozo Encantado».
¿Cómo pudo este escritor Díaz Rodríguez «el más completo de todos los maestros nacionales y extranjeros que lideraron el modernismo», según el decir de Pedro Pablo Paredes, cómo pudo producir una obra literaria tan importante como fecunda en medio de la agitación que significa el activismo político administrativo? Porque ha de decirse que Díaz Rodríguez es en 1909 Vice-Rector de la Universidad Central; después fue Director de Educación y Bellas Artes en el Ministerio de Instrucción Pública; en 1914 es Ministro de Relaciones Exteriores; en 1915 Senador por el Estado Bolívar; en 1916, Ministro de Fomento; en 1918, otra vez Senador; en 1919 Embajador en Italia y Presidente de los Estados Nueva Esparta y Sucre, en 1925 y 26. Es decir, difícil tarea la de conciliar el ejercicio de estos cargos con el arte de la creación.
Y este maestro del modernismo, del lirismo, lo logró, sin desmejorar el estilo, como es el caso de Peregrina, novela que debió ser concebida bajo la más rigurosa disciplina, en cuanto a forma, y bajo las mejores condiciones del espíritu en cuanto a estética, tal es de sensible su narrativa.
No fue tan afortunado Díaz Rodríguez con la producción poética, vaciada en sus Églogas del Ávila, que si bien son perfectas en la estructura, como sonetos, no tienen el necesario vuelo poético. Díaz Rodríguez murió enfermo de Linfosarcoma, en Nueva York, el 24 de agosto de 1927. Dejó un libro póstumo: Entre las Colinas en Flor.

LUIS MANUEL URBANEJA ACHELPOHL (1873-1937)

Nace en Caracas, el 25 de febrero de 1873, y muere en El Valle, parroquia foránea de Caracas, el 5 de septiembre de 1937. La vida de Urbaneja Achelpohl transcurre en medio de la más tranquila campechanía.
Cuando sus amigos y compañeros de generación escalaban los más altos sitiales de la política criolla, él estaba en puestos de ninguna importancia, para mal vivir, o no figuraba al frente de cargo alguno. Casi vivió toda su vida como en un retiro virgiliano. Lejos de los círculos literarios y políticos, donde, según sus propias palabras, no privaban «hipocresías y envidias». Se mantuvo siempre Urbaneja.
Por esto tenía una vaquería donde se identificaba con la naturaleza. Él vivió el criollismo con toda intensidad. En sus últimos años vivía en la «Calle Atrás» de El Valle. Fue periodista desde la fundación de «Cosmópolis», la revista del modernismo venezolano. Colaboró con frecuencia en «El Cojo Ilustrado». José Rafael Pocaterra, en un homenaje póstumo al escritor, asienta: «Hombre de lucha lo fue también, para que lo sepan quienes lo ignoran o quienes ayudan a ignorarlo. Hay siempre el bando de macacos que se hace la ilusión de que ellos dan el pase a la celebridad, colgados por el rabo en las ramas de los periódicos. En guerras anduvo, como Cervantes, pobre y oscuro, cuando el Don Quijote de los Lirios arreó sus huestes por el campo de Montiel; y en prisiones políticas y en escondrijos de conspirador. En la política unitaria nada fue; tuvo esa superioridad sobre todos nosotros, y aún más heroica y digna sobre sus contemporáneos del 98. Fue el «intelectual olvidado». No en el extranjero. Ni en el corazón de sus hermanos de espíritu. Ni entre las gentes llanas y leales de su intimidad».
La Obra Literaria de Urbaneja Achelpohl. Urbaneja Achelpohl es el creador del criollismo en la literatura venezolana. El concibe sus personajes como su propia vida. Son personajes llenos de un aire rural saludable. Hombres rudos apegados a su paisaje y a su cielo. Sin embargo, no fue Urbaneja, desde un principio, un apasionado criollista. En la época en que hace su aparición en las letras nacionales predominaba en nuestro medio la influencia literaria francesa. Es el momento en que la máxima preocupación de los jóvenes escritores hispanoamericanos es visitar a París. Ver París y morir es la felicidad completa de un artista hispanoamericano. Urbaneja, en cierta forma, tuvo que vibrar al compás del momento. Y según palabras de Pedro Emilio Coll, su compañero de generación y amigo entrañable, Urbaneja «no escapó a las influencias de entonces y escribió algunas fantasías en prosa del género llamado decadente».
Después pasa por un período intermedio. Bajo el influjo de Federico Mistral, aprende a gustar la poesía del campo. El paisaje venezolano canta entonces su himno de bellezas, en su prosa pura, espontánea, como nuestros ríos, como nuestros valles, como nuestras montañas. Urbaneja, que siempre había vívido identificado con la naturaleza, se empieza a descubrir él mismo. En su prosa aparecen escenas típicas de nuestros campos: el idilio de los campesinos, la yunta perezosa de bueyes que aran la tierra pródiga, el sol quemante de los mediodías, los polvorientos caminos de las aldeas, perdidas en las inmensas soledades, en los reflejos de los vastos horizontes venezolanos.
Ante el refinamiento de la literatura, preconizado por muchos de sus contemporáneos, Urbaneja fijó sus ojos en el más crudo realismo. Se espantó de la moda. No transigió con los amaneramientos y se fue por los caminos del campo dispuesto a aprisionar con su lente el paisaje, las costumbres, los tipos criollos, tal como eran: sin empalagosos rebuscamientos. Se diría que Urbaneja en este período iba del brazo de Zola. Sus cuentos Ojo de Vaca, Ovejón y otros caracterizan extraordinariamente este período de la obra del creador del criollismo en la prosa venezolana.
En la novela venezolana, Urbaneja Achelpohl representa como el nacimiento de la confianza, de la fe, en el porvenir del género. Lejos del pesimismo y del afrancesamiento, que habían predominado en nuestra novelística. Se sitúa Urbaneja con sus personajes rudamente venezolanos moviéndose en un paisaje vivo, Realmente fresco y espontáneo.
Las novelas publicadas por Urbaneja Achelpohl son las siguientes: En Este País, la cual ganó el segundo premio en un concurso realizado en la Argentina en 1910; El Tuerto Miguel (novelin), publicada en 1927, y La Casa de las Cuatro Pencas (1937). Inédita dejó A la Sombra de la Negra Juana, mencionada por Pocaterra, a quien Urbaneja, en los últimos años de su vida, había pedido el prólogo, a cambio de que él prologaría La Casa de los Abila, novela que Pocaterra publicó muy posteriormente.
Fuera de la obra novelística, Urbaneja Achelpohl realizó una considerable obra cuentística. Pero los cuentos de Urbaneja han quedado dispersos en las mejores revistas de la época que se publicaban en Venezuela. En 1944, la viuda del escritor, doña Lola Pelayo de Urbaneja Achelpohl, empezó a publicar bajo el título El Criollismo en Venezuela, esa obra que hasta el momento había permanecido disgregada, consiste en prédicas y cuentos de ambiente venezolanista.
Realmente, Urbaneja empezó por afinarse en el cuento para llegar a la novela. Sus cuentos, como Los Abuelos, Flor de Mayo. Botón de Algodonero, Flor de las Selvas, etc., representan en miniatura. Pudiéramos decir, el mundo de las novelas. Urbaneja quiso seguir, ya con una conciencia bien determinada, el camino que había abierto Romero García, con su novela Peonía. El propio Urbaneja escribió de la novela de Romero: «Ya los jóvenes iniciados contamos con un árbol corpulento, a semejanza de nuestros samanes. A cuya sombra robustece nuestro ideal en las horas de decepción». Por eso sus elementos novelísticos, narrativos, tratan de responder a esa tendencia que el mismo Urbaneja llamó en sus prédicas «americanismo».
Los cuentos de Urbaneja, así como posteriormente sus novelas, quieren plasmar en prosa castiza y de buen gusto «el lánguido cantar de la Soy-Sola en el taral en flor, la ladera por donde vagan las muchachas campesinas tarareando la última canción, cargada con sus haces de chamizas, donde los negros zumbadores se embriagan en los morados cálices de las parchas silvestres y donde algún ojo juvenil y mal intencionado se extasía mirando detrás de los troncos las chocozuelas bronceadas». De todas sus obras narrativas, la que mayor valor literario posee es su novela En Este País. La novela está escrita en buena prosa: sencilla. Elegante, algunas veces recargada de giros criollos demasiado localistas. La novela cuenta como trama los amores de un joven campesino: Paulo Guarimba, con la hija del rico dueño de la hacienda donde trabajaba: Josefina Macapo. El muchacho gañan, de posición humilde, criado de la casa, contrasta en sus aspiraciones con la posición de la muchacha hija de un rico hacendado. Pero el idilio se fonnaliza. El amor no reconoce diferencias sociales y los dos se aman con calor. A través del desarrollo de los amores de Paulo y Josefina, el novelista describe en el más criollo lenguaje las costumbres de los campos, de las aldeas; los prejuicios sociales y las vanidades de la vida vernácula. Al final, Paulo, que se hizo general en una de las montoneras o guerras civiles, llega a ser Ministro. Entonces su situación social cambia de repente. Los padres de su novia se muestran complacidos con su matrimonio e infinidad de aduladores le queman incienso. Sin duda, que esta novela de Urbaneja plantea el ascenso de las clases populares y la declinación inmediata de las clases previlegiadas. Por obra y gracia de nuestras contiendas internas, como la Guerra Federal, por ejemplo, donde se firmaban ascensos militares en blanco. En ella están de manifiesto muchos de nuestros problemas sociales, espirituales y políticos expuestos con una sabia delicadeza, con gran suspicacia y con una gran dosis de valor estético.
Frente al estetismo de los modernistas, frente al preciosismo de nuestra prosa y a la manera de plantear nuestros problemas con los ojos puestos en lo exótico, Urbaneja crea de esa manera lo que pudiéramos llamar la semilla de la genuina novela venezolana.

FRANCISCO LAZO MARTÍ (1869-1909)

El medio dentro del cual se desenvolvió la vida de Lazo Martí tiene marcada influencia en toda su producción poética. En este sentido ha apuntado el crítico venezolano Julio Planchart que Lazo «es criollista, más por disposición natural que por influencias culturales». Así, en sus primeros poemas Crepusculares -hermosas estrofas de acusado tinte modernista- se manifiesta esencialmente el mundo llanero, con su tono elegíaco y su diversidad de colores y misterios. Ya en Crepusculares, Lazo nutre su inspiración con la más fresca savia su tierra. Las garzas, los anones, la esencia espiritual de sus estrofas, es sin duda, el indicio de que el poeta había encontrado la más rica veta de motivos para una poesía rebosante de vitalidad, sostenida por hondas raíces humanas. Otro poema en el que Lazo Martí busca horizontes para su poderosa capacidad lírica es Consuelo. Es un poema de tanteo. Se mueve dentro de lo romántico. El tema es el amor fracasado ante la maldad del mundo. Campoamor, sin duda, con su fácil filosofía de las Doloras, había entusiasmado un tanto a Lazo. Andrés Mata, con Idilio Trágico se sitúa dentro de la misma línea poética.
Donde Lazo anuncia con fuerza su credo nativista es en Veguera. En Crepusculares el sentimiento del llano se diluye un poco en ese mundo trágico, un poco ideal que parece ser como el fondo de sus poemas. Después lo seguirá reafirmando en Invierno. Ya nada detiene la inspiración del poeta. El llano, con todos sus misterios, con sus alucinantes soledades, con sus sugerentes lejanías, opera como un milagro en el espíritu del artista. El poeta empieza a cantar con mayor aliento. Se abren las puertas de su mundo subjetivo, por donde entra, con todas sus maravillas, la belleza del mundo objetivo que lo rodea. Así, nace la idea de un poema de mayor aliento, donde la vida de la zona que ha logrado sublimar sus sentimientos aparezca con toda su intensidad, con toda su hermosura, con todo su trascendental valor humano. Entonces empieza a escribir Regional. Era la primera redacción de su Silva Criolla, el poema fundamental de la poesía nativista venezolana. Sin duda, la Silva Criolla es como una síntesis de la vida del poeta, en medio de un mundo lleno de belleza, de secretos, de sugerencias íntimas. El llano es para Lazo Martí una constante. Por él se vuelve sonoro, lleno de armonías, el artista. De aquí que en la Silva Criolla lo predominante, entre los elementos poéticos, sea lo objetivo. Sin querer afirmar que el poema sea puramente descriptivo, es preciso reconocer que la mayoría de las estancias de la Silva Criolla encierran la más auténtica visión del paisaje llanero.

JOSE RAFAEL POCATERRA (1889-1955)

Nacido en Valencia, Pocaterra se inicia en la literatura venezolana con la publicación de algunos cuentos y de tres novelas urbanas, tituladas estas últimas: Política Feminista, Tierra del Sol Amada y Vidas Oscuras. Más tarde publicó una cuarta novela, cuyo escenario es Caracas, intitulada La Casa de los Abila. La crítica no se mostró muy receptiva con la calidad narrativa de Pocaterra, en su primera novela. En cambio siempre celebró sus grandes condiciones de cuentista.
Para el momento en que Pocaterra irrumpe como cuentista en nuestra literatura, cierto estetismo predominaba tanto en el discurso narrativo, como en el fondo semántico de la historia. En otras oportunidades hemos escrito que Pocaterra llega a nuestra cuentística con tendencias opuestas a las de casi todos sus antecesores. Él quiere romper con las filigranas del modernismo. Por eso se presenta en nuestra cuentística con un desenfado, con una campechanía, hasta entonces desconocida entre nuestros mejores narradores. Por contraste Pocaterra quiere llegar a lo poético, al arte, en sus mejores cuentos. Profesa un realismo desbordante. Ningún escritor venezolano de su generación le iguala en sus pinturas crudas, exactas, impresionantes de la realidad que observa. Por eso. Pocaterra ha sido reconocido como la primera gran figura del cuento moderno venezolano. Su libro Cuentos Grotescos, publicado en 1922, es para nuestra cuentística lo que ha sido Doña Bárbara para nuestra novelística. Es un libro probablemente no superado hasta ahora en su conjunto. El arte narrativo de Pocaterra, violento, sin tregua, impresionante, sin adornos, sin preocupaciones formales, hace de Cuentos Grotescos, el libro de mayor significación producido en nuestra cuentística, a partir de la generación del modernismo. Lo humano, lo verdadero, se sobrepone en Pocaterra a las preocupaciones artísticas. Muchos han querido ver la influencia de los escritores rusos de la revolución, en la obra de Pocaterra. A veces se le asocia a Gorki. Pero sin embargo, creemos que la obra narrativa de Pocaterra obedece en sus características, más que todo, a su propio temperamento.
Casi todos los cuentos de su libro: Panchito Mandefúa, El Chubasco, La Llave, La I Latina, La Ciudad Muerta, etc.., encierran lo que pudiéramos llamar la realidad venezolana, sin ambages y con muy poca dosis de ficción. Así, Pocaterra quiere llegar al corazón de nuestra sociedad, sin el derroche de paisajes, típico de Urbaneja Alchepohl y sin la alambicada belleza de Díaz Rodríguez.

TERESA DE LA PARRA (1889-1927)

Frente a la obra novelística de Gallegos o de Pocaterra, surge la fina intuición femenina de Teresa de la Parra. Su obra es una búsqueda de la intimidad humana. Sus dos novelas: Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca revelan su capacidad para la aventura de la narración. Ifigenia, aparecida en 1924, editada por Bandelac en París, es una novela escrita en forma de diario. Pero es un diario lleno de una frescura, de una exquisita suavidad femenina, hasta entonces ignorada en nuestra literatura narrativa. La novela empieza con una carta de María Eugenia Alonso para Cristina Iturbe. En ella abundan las más triviales revelaciones hasta el dato vivo, coloreado de humana trascendencia en la vida de la «señorita que escribió porque se fastidiaba». La carta es una confesión fina, desnuda de perjuicios. Teresa de la Parra nos guía así, dulce y suavemente hacia el laberinto del espíritu femenino. Sin egoísmo pueril, sin el recelo cobarde de otros autores, Teresa nos abre las puertas de la intimidad femenina caraqueña de principios de siglo. Sus confesiones son valientes e intachables. A veces parece que la oímos, parece que la vemos gesticular para dar fuerza a su expresión.
En el pensamiento femenino de la época causa sorpresa el desbordante caudal de ideas que sobre la moral y las costumbres sociales imperantes, lanza Teresa de la Parra, de manera decidida y franca.
Algunas veces la encantadora protagonista, herida en lo más íntimo de su alma, ahonda en reflexiones cargadas de lirismo, o ya razona apacible y alegre, con la serenidad del que tiene confianza en sí mismo.
La lucha entre la sociedad que moría y la que debía aparecer se había entablado. Ifigenia nos presenta la vieja sociedad agonizante, llena de perjuicios y hermetismos. Sin intenciones de reivindicación, porque Teresa de la Parra era un producto de esa caduca sociedad en crisis, podemos encontrar en su novela el espíritu de rebelión que poco después empezó a dar sus frutos en el ideal de las mujeres contemporáneas de Venezuela. La segunda novela de Teresa de la Parra, Memorias de Mamá Blanca, es de una deliciosa frescura y tierna evocación superior con mucho, a la que había demostrado en Ifigenia. La obra fue publicada en 1929 y traducida inmediatamente al francés por Francis Miomandre. En Memorias de Mamá Blanca, Teresa de la Parra domina con mayor soltura la técnica de la novela. Siguiendo su intención de escribir las impresiones de su niñez en la hacienda de sus padres, y el contraste con la vida de la ciudad, nos introduce en un mundo rebosante de ternura y campechanía. Blanca Nieves, Mamá Blanca, Primo Juancho y Vicente Cochocho constituyen en la narración personajes de una simpatía inigualable. Una ternura exquisita se desprende a cada instante de las Memorias de Mamá Blanca, como cuando Blanca Nieves describe la muerte de «Nube de Agita». La ingenuidad. La fina pena que invade las almas infantiles, cobran trascendentes características humanas en la novela. Es difícil encontrar en la literatura hispanoamericana libro tan tierno y tan bello como las Memorias de Mamá Blanca. El mundo de lo infantil adquiere colores maravillosos en el recuerdo de Blanca Nieves. Las mañanitas de la hacienda, olorosas a boñiga, turbadas apenas por el canto de los gallos y el bramido amoroso de las vacas, la taza de leche fresca en el corralón, el trapiche amplio y generoso a donde entraba el sol, entraba el aire, el aguacero, las legiones de avispas doradas y zumbando a buscar dulce, las yuntas lentas con los carros anchos y los montones de cañas bien trabados que los gañanes descargaban de un golpe, todo desprende una ternura infantil inigualable.
Algunos pensarán que los dos libros de Teresa de la Parra se distancian el uno del otro. Sin embargo pensamos que más bien se complementan. Y que ambos inauguran en nuestra novelística, el análisis sicológico de lo profundo, de lo íntimo.

RÓMULO GALLEGOS

Maestro, novelista, ensayista, cuentista, dramaturgo, periodista, Nació en Caracas el 2 de agosto de 1884. Estudió en el Colegio "Sucre" y realizó estudios universitarios en Filosofía, Literatura y Matemáticas. Más tarde, dirigió el Liceo Federal de Barcelona (Venezuela), la Escuela Normal de Caracas y el Liceo "Andrés Bello" de la capital venezolana.
Después de abandonar sus estudios de Derecho, se inicia en el periodismo y la literatura en 1909, cuando funda en unión de varios intelectuales la revista La Alborada, sus inquietudes literarias afloran incipientes. En 1913 publica su primer libro de cuentos: Los Aventureros.
En este mismo año escribe también su primera novela titulada El último solar, pero no la publica sino en 1920; cuando publicó La Trepadora (1925), el novelista de la tierra natal y el político liberal de oposición ya iban de la mano, diez años más tarde aparece con el nombre de Reinaldo Solar, título definitivo.
Es electo Senador por el Estado Apure, pero Gallegos decide no concurrir al Congreso y renuncia desde Nueva York el 24 de junio de 1931, dimitió como acto de protesta contra la dictadura del General Juan Vicente Gómez. Permaneció en España de 1932 a 1935. En este período fue publicada su obra cumbre: Doña Bárbara (1929), que es saludada con aplausos por la crítica general, es un libro que coloca como protagonista a la naturaleza misma, expresada en el indómito paisaje de los llanos venezolanos. Luego va a seguir su incansable producción: Cantaclaro (1934); Pobre Negro (1937); Sobre la misma tierra (1943); La brizna de paja en el viento (1952).
Durante la Presidencia del General López Contreras fue Ministro de Educación, en 1936. Entre 1937 y 1940 es Diputado al Congreso Nacional por el Distrito Federal. En 1941 habiendo sido electo Concejal por elección popular, ejerce la Presidencia del Ayuntamiento. Al fundarse el Partido Acción Democrática, Gallegos es elevado a la Presidencia de ese Partido hasta 1948, en que asume la Presidencia de la República tras haber ganado las elecciones por amplia mayoría. El período de Gallegos que debía durar hasta 1952, se redujo a sólo unos meses, ya que fue derrocado por un golpe militar el 24 de noviembre de 1948. Vivió en Cuba y en México hasta su regreso, en 1958.
Gallegos escribió también cuentos y dramas, e hizo cine. Fue Premio Nacional de Literatura. La Academia Venezolana de la Lengua lo eligió miembro, pero no se recibió. Murió en Caracas, el 5 de abril de 1969 pero su obra continúa siendo hoy en día, un punto de referencia sobre Venezuela y el mundo iberoamericano.
Novelas: Los Aventureros (1913), Los lnmigrantes (1913), Reinaldo Solar (1920), Doña Bárbara (1929)
Obras: Cantaclaro (1934), Canaima (1935), Pobre Negro (1937), El Forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943), La Brizna de paja en el viento (1952), Una posición en la vida (1954), El Ultimo Patriota (1957).
Cuentos: La rebelión y otros cuentos (1922), Cuentos Venezolanos
Drama: El milagro del año (1911)

Doña Bárbara:

Esta novela, la obra maestra de Rómulo Gallegos, constituye un estudio psicológico de los habitantes de los llanos venezolanos. El paisaje, por su importancia en el desenvolvimiento de los conflictos humanos, toma carácter de protagonista.
Hay un equilibrio entre el drama interior de los personajes y la acción. Como el drama personal es muy intenso, a veces sustituye a la acción. Ejemplo claro de esto es el predominio de la introspección en algunos pasajes de la obra.
Por su carácter, puede decirse que es una novela realista, en el sentido de que hay en ella una observación profunda del mundo, hay una marcada descripción, procedimiento éste afín a los escritores del realismo; tiene una intención más allá de lo literario, es decir, un fin social y sus personajes no se mueven sólo por su propia voluntad, sino que están condicionados por el medio. Su sustancia, es el paisaje de los llanos de Apure.
Algunos críticos observan que el llano enloquece al igual que la monotonía de la selva; otros en cambio dicen que su función no es igual a la de la selva, sino que es sólo el marco en que se desarrollan las luchas de los hombres entre sí.

Los Personajes:

Los personajes también tienen un carácter simbólico:
Santos Luzardo, representa a la civilización, el progreso. Doña Bárbara es el atraso y la crueldad. El conflicto está planteado en términos de civilización contra barbarie, y se resuelve con la desaparición de Doña Bárbara.
Santos Luzardo es un llanero adelantado, abogado graduado en la Universidad Central de Venezuela. Su meta es el bien, no obstante lo cual, ciertos impulsos de su alma lo hacen cambiar momentáneamente en sus decisiones. Es un personaje de variabilidad en el ámbito psicológico.
Doña Bárbara es su antítesis. Encarna fuerzas primitivas, es arbitraria y violenta, sin embargo, en su espíritu se remueven oscuras corrientes sentimentales. Su ternura escondida aflora frente a Santos Luzardo. Su misterio y su forma de ser contradictoria reflejan las características del medio en que se desenvuelven.
Marisela representa un terreno propicio para la obra del progreso.
Míster Danger es antipático, cómplice de manejos turbios. En su actitud se sintetizaba el desprecio con que muchos extranjeros miraban al venezolano.
Ño Pernalete y su inefable secretario "Mujiquita" reflejan la tragedia política del país y el atraso de la sociedad, que es proporcional a los que la dirigen.
Juan Primito es un personaje que representa la superstición.
La originalidad de la novela regional frente a la novela europea es haber rescatado para la literatura el ámbito de América. Este hecho contribuyó a una revalorización de lo americano. En eso va el deseo implícito de elevar al habitante de esta región del mundo a un plano universal, sin desnaturalizarlo. Hay en esta novela, la actualización de un conflicto frecuente en la literatura hispanoamericana desde la época de la colonia, como es la denodada lucha del hombre con la naturaleza.

JULIO GARMENDIA

Nació en El Tocuyo, estado Lara, el 9 de enero de 1898, Autor de una obra recogida en cuatro volúmenes, es uno de los cuentistas y autores de relatos más innovadores de América Latina. Su infancia transcurrió en una hacienda cercana a El Tocuyo.
Cursó estudios de primaria y secundaria en Barquisimeto y publicó sus primeros escritos en las páginas del periódico estudiantil Excélsior y en los diarios El Eco Industrial y El Impulso. Se trasladó con su padre a Caracas (1915- 1924), donde publicó relatos, crónicas y poemas en periódicos y revistas de la capital. Esta parte de su obra fue recogida después de su muerte en sendos libros: Opiniones para después de la muerte (1984) y La ventana encantada (1986).
Comenzó en aquellos años a escribir los relatos que integran su libro más reputado: La tienda de muñecos (París, 1927). Empleado en el Ministerio de Fomento en 1923, aprovechó una misión técnica a Roma, en mayo de 1924, para permanecer en Europa durante 16 años. Fue agregado civil de la Legación de Venezuela en Francia (1926) y cónsul en Génova (1929-1936).
Regresó a Venezuela al estallar la Segunda Guerra Mundial. Desde 1939 hasta su muerte residió modestamente en dos hoteles de Caracas, el Pensilvania y el Cervantes. En el Cervantes conoció en 1947 a la estoniana Hilda Kehrig, a quien estuvo sentimentalmente unido hasta su muerte.
Apartado de los círculos intelectuales, escribió en soledad otro conjunto de relatos, recogidos bajo el título La tuna de oro (1951). De los numerosos relatos inéditos que dejó al morir, sólo ocho han sido publicados en el volumen La hoja que no había caído en su otoño (1979). Falleció en Caracas el 8 de julio de 1977.

JUAN GERMAN ROSCIO

Político, abogado e ideólogo del movimiento independentista de Venezuela (San José de Tiznados, Guárico, 1763 – Cúcuta, Colombia, 1821). Obtuvo con honores el doctorado en Derecho Canónico en 1794 y en Derecho Civil en 1800 en la Universidad de Caracas. Desempeñó algunos cargos públicos en la administración colonial, después de un largo litigio para ser admitido en el Colegio de Abogados.
Fue uno de los principales promotores del movimiento del 19 de abril de 1810; intervino como «diputado del pueblo» en el Cabildo celebrado ese día, que no reconoció la autoridad del gobernador y capitán general de Venezuela, Vicente de Emparan. Asistió como diputado por Calabozo al Congreso Constituyente en 1811 y fue el principal redactor del Acta de Independencia y de la Constitución de Venezuela.
Hecho prisionero por los realistas en 1812, junto a otros siete republicanos tildados de «monstruos», fue enviado a un presidio español en Ceuta, al norte de África. Roscio y otros prisioneros lograron fugarse en 1814 y llegaron a Gibraltar, donde el gobernador inglés los entregó a las autoridades españolas, lo cual suscitó un gran escándalo en Inglaterra, siendo liberados a continuación.
Roscio se trasladó a Filadelfia y allí publicó su obra más conocida Triunfo de la libertad sobre el despotismo. Viajó a Angostura en 1818 para participar activamente en la reconstrucción de la República, incorporándose como diputado por Caracas al Congreso de Angostura. Bolívar lo designó vocal del Consejo de Estado, desempeñando además los cargos de director general de Rentas, vicepresidente del Departamento de Venezuela y vicepresidente interino de la República de Colombia.

ANDRÉS BELLO

(Caracas, 1781 - Santiago de Chile, 1865) Filólogo, escritor, jurista y pedagogo venezolano. Interesado desde muy joven por la lectura de los clásicos y educado en la filosofía enciclopedista, Andrés Bello completó su formación con estudios de literatura, filología y derecho, que sin embargo no pudo terminar por falta de recursos; fue esencialmente un autodidacta de altísima capacidad intelectual.
Bello es la figura más representativa del avance cultural chileno e hispanoamericano de la primera mitad del siglo XIX. Admiró y siguió la poética libertaria de Victor Hugo y Lord Byron. Fue un decidido defensor de la pureza y propiedad del idioma castellano y, aun así, acogió los giros populares en la medida en que éstos no chocaran con los términos castizos en uso. Se dedicó un tiempo a la enseñanza privada, y tuvo como discípulo a Simón Bolívar. Le dio tiempo también a practicar la creación poética, en la que mostró una fuerte influencia neoclásica.
A raíz del comienzo del proceso independentista en 1810 (Independencia de la América Española), Andrés Bello se trasladó a Londres en calidad de secretario de los delegados de la Junta de Gobierno venezolana, Simón Bolívar y Luis López Méndez, gestores del apoyo o la neutralidad del gobierno inglés frente a la Revolución. Contrae allí matrimonio con María Ana Boyland quien murió prematuramente dejándole dos hijos, Carlos y Francisco.
Los reveses del movimiento emancipador y su nueva responsabilidad familiar lo colocaron en una difícil situación económica que pudo subsanar en parte gracias a la enseñanza del latín y francés, idiomas que había estudiado con dedicación. Volvió a casarse con Isabel Antonia Dunn, de quien tuvo numerosa descendencia.
En 1822 comenzó a trabajar en la Legación de Chile y luego en la de Colombia. A pesar de sus infortunios económicos, su actividad intelectual fue intensa en esos años: se relacionó con escritores y pensadores, estudió griego, colaboró en periodismo y revisó documentos de distinto tipo.
En 1823, junto al colombiano García del Río, publicó la revista Biblioteca Americana o Miscelánea de Literatura, Artes y Ciencias y, en 1825 la revista Repertorio Americano, ambas para difundir los sucesos y la cultura de Hispanoamérica. Allí aparecieron sus artículos y poemas bajo el título genérico de Silvas Americanas, Alocución a la Poesía -fragmentos de un poema sobre América- y la famosa oda Agricultura de la Zona Tórrida. La situación de su país estaba lejos de mejorar y Bello no podía regresar, así que ofreció sus servicios a Chile y aceptó la petición del embajador Mariano Egaña -hijo de Juan Egaña- hecha a nombre del presidente Pinto, de ocupar el cargo de Oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, después de permanecer dieciocho años en Inglaterra.
En 1829, a los 47 años de edad, se estableció en Chile. Desde su nueva posición, Bello inició una fecunda labor intelectual, cultural y política que dejaría profundas huellas en el país. Fue rector de la Universidad de Chile a partir de 1843, cargo para el que fue reelegido tres veces consecutivas. Fue también senador en 1837 y 1855 al tiempo que se constituía en redactor fundamental del Código Civil chileno, basado en el napoleónico. Publicó, también, varias obras de jurisprudencia y derecho internacional.
Andrés Bello fue también director y redactor de El Araucano, periódico ministerial fundado por Diego Portales en 1830, en el cual publicó numerosos artículos de educación, filosofía y teatro. En 1842 polemizó con el rioplatense Domingo Faustino Sarmiento sobre cuestiones de lengua, estética y política. Se ocupó del lenguaje a través de numerosos estudios. Sobresale su Gramática de la Lengua Castellana (1847), que le valió ser designado miembro correspondiente de la Academia Española de la Lengua, y su Ortología y métrica, los dos trabajos más originales que se han realizado en nuestro idioma sobre esta materia. Escribió también un comentario a El Criterio de Balmes, y un estudio sobre El Cantar de Mío Cid.
En 1843 comienza a publicar en la revista El Crepúsculo su obra Filosofía del entendimiento, que sólo aparecería publicada completa después de su muerte, en 1881. Pensada como libro de texto, pero elaborada de forma innovadora, tiene como objeto de investigación un campo mucho más amplio que el mero entendimiento humano, puesto que en él incluye hasta la metafísica.
Bello dedicó también tiempo a la literatura a manera de estudios, traducciones y creaciones en los que imitaba a los clásicos y a los románticos, demostrando un amplio dominio de ambas expresiones artísticas. Muy conocida se hizo su imitación de un poema de Victor Hugo titulado La oración por todos. Entre sus creaciones destacan además una Oda al 18 de septiembre, la elegía El incendio de la Compañía y el poema El proscrito, que quedó inconcluso.
También dio un fuerte impulso al teatro chileno con sus comentarios críticos a las representaciones y sus sugerencias a los actores en El Araucano. En este sentido, comparte con José Joaquín de Mora el mérito de ser el creador de la crítica teatral. Tradujo Teresa de Alejandro Dumas e inculcó en sus discípulos el gusto por la adaptación de obras extranjeras. Su conocimiento del teatro griego y el latino, el análisis de las obras de Plauto y Terencio, la lectura de Lope y Calderón, le dieron la solidez suficiente para opinar sobre el asunto. Sus mejores logros literarios los alcanzaría en la traducción y la paráfrasis, desde el inglés y el francés, de poemas y dramas fundamentalmente. Quedó incompleta su traducción del Orlando Enamorado de Boyardo.
Otro aspecto muy importante de sus actividades fue su función docente y el interés que sintió por la pedagogía. Estaba convencido de que la instrucción y el cultivo espiritual son la base del bienestar del individuo y del progreso de la sociedad, razón por la cual siempre fomentó el estudio de las letras y de las ciencias. Bello propuso la apertura de Escuelas Normales de Preceptores y la creación de Cursos Dominicales para los trabajadores. Muchas de sus ideas educativas están en el Discurso Inaugural con que se iniciaba la actividad de cinco nuevas Facultades en la Universidad de Chile en 1843.
La influencia del pensamiento de Andrés Bello no se redujo a su época, sino que sería trascendental en la vida política y cultural de Chile y de toda América mucho tiempo después de su muerte.

SIMÓN BOLÍVAR - ESCRITOR

Bolívar no fue nunca un escritor en el sentido ordinario de la palabra. Hombre entregado en la soledad al paciente y exaltado esfuerzo de poner en palabras sus pensamientos o sus sentimientos. Escribió, en discursos o cartas, sobre muy variados temas pero nunca como obra literaria, sino como parte inseparable de su acción y de su vasta empresa creadora. Era demasiado impaciente y temperamental para ponerse a la lenta y solitaria tarea de redondear frases sobre papel. Se expresaba normalmente con brío y espontaneidad y su expresión oral no debía ser diferente de lo que escribía o dictaba a los amanuenses... La mayor parte de su vida heroica la pasó en campañas largas, en campamentos o vivacs, de paso por ciudades, donde aprovechaba el escaso tiempo para dictar mensajes, proclamas o cartas. Acaso por esta misma causa, hay tan poca retórica y tono literario en sus escritos. Es su propia habla viviente, enérgica y precisa la que queda en esos escritos.
Esa expresión escrita, tan estrechamente ligada a la vida y a las circunstancias reales, es la que constituye su poderosa originalidad. No fue en un tiempo un escritor y un pensador y en otro distinto un hombre de acción. Pensamiento, acción y palabra están
Indisolublemente mezclados en él. Lo que expresa, forma parte intrínseca de lo que hace y se propone hacer. Tal vez por eso mismo su frase es tan vital y poderosa y logra tan sorprendente originalidad de expresión.
Su prosa está en abierto contraste con la literatura de su tiempo... (Tiene un vigor, una flexibilidad, un ritmo vital, que no se encuentra en ningún prosista castellano de su tiempo). No hay nada parecido a la prosa de Bolívar. La inconfundible autenticidad de su expresión le viene de que su frase brota de una fuerte y motivada necesidad expresiva
Su lengua fue uno de sus mayores dones y en ella nos sigue hablando de manera conmovedora y potente. Con una virtud de palabra que muy pocos hombres han poseído en la historia...

ORATORIA

Oratoria es una palabra que proviene del vocablo latino oratorĭa y que está vinculada al arte de hablar con elocuencia. El objetivo de la oratoria suele ser persuadir; por eso, se diferencia de la didáctica (que busca enseñar y transmitir conocimientos) y de la poética (intenta deleitar a través de la estética).
La oratoria, por lo tanto, pretende convencer a las personas para que actúen de una cierta manera o tomen una decisión. Por ejemplo: “La oratoria del vendedor me convenció y terminé llevándome tres pares de zapatos”, “Mi tío tiene una gran oratoria, por eso trabaja en el área de las relaciones públicas”.
El surgimiento de la oratoria como arte de hablar en público no puede precisarse en una fecha exacta. Los historiadores creen, de todas maneras, que sus orígenes como especialización del discurso están en Sicilia, aunque los griegos fueron quienes la elevaron como instrumento de prestigio y poder político.
Sócrates, por ejemplo, fue el fundador de una escuela de oratoria en Atenas que intentaba formar hombres instruidos y guiados por ideales éticos para asegurar el progreso del Estado. Había funcionarios, sin embargo, que recurrirían a los servicios de ológrafos (quienes redactaban los discursos).
Los romanos también perfeccionaron la oratoria, pese a que perdió utilidad política ante un contexto dominado de forma unilateral por el emperador. Con el tiempo, la oratoria se extendió a diversos géneros. Así pasó a utilizarse tanto en la política (para convencer votantes) como en el ámbito judicial (para presentar alegatos) en la actividad comercial (para promover las ventas).

PERIODISMO

El periodismo es la captación y el tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades. La noción también hace referencia a los estudios o la carrera de periodista.
En otras palabras, el periodismo es la actividad profesional que consiste en recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información relativa a la actualidad. Para cumplir con su tarea, el periodista consulta fuentes verificables o recurre a su propio testimonio.
Aunque la base del periodismo es la noticia, también incluye otros géneros, como la crónica, la entrevista, la opinión y el reportaje. Por eso, el periodismo puede ser informativo, interpretativo o de opinión, por ejemplo. Los distintos medios de comunicación, como los diarios, la televisión, la radio o Internet, hacen que el periodismo pueda ser gráfico, audiovisual, radiofónico o digital.
Ante la fuerte influencia que el periodismo tiene en la sociedad, suele ser conocido como el cuarto poder. Por otra parte, en un intento por garantizar el desarrollo ético de la profesión, existen colegios y asociaciones profesionales que regulan la actividad.
De acuerdo a los historiadores, el primer periódico fue el “Acta diurna” que Julio César colocó en el foro romano en el siglo I A.C. Ya en la Edad Media, en las ciudades burguesas se repartían hojas escritas con noticias económicas y comerciales, mientras que en Venecia se vendían hojas al precio de una gaceta (la moneda que se utilizaba en dicha ciudad en el siglo XVI), por lo que muchos periódicos contemporáneos adoptaron ese nombre.

SIMÓN RODRÍGUEZ

Nace en Caracas el 28.10.1769.
Muere en Amotape (Perú) el 28.2.1854.
Simón Rodríguez fue uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo, destacando por su profundo conocimiento de la sociedad hispanoamericana, el cual posteriormente trasmitirá a Simón Bolívar al desempeñarse como su maestro y mentor. En cuanto a su vida familiar es poco lo que se sabe. En mayo de 1791 el Cabildo de Caracas lo admite para ejercer el cargo de maestro en la escuela de primeras letras para niños, lugar al que llegará al año siguiente Bolívar para iniciar su educación. En junio de 1793 se casa con María de los Santos Ronco, acto en el cual se declaró "Expósito de esta feligresía", término que se solía y se suele utilizar para designar a aquellas personas abandonadas por sus padres. Dos años después, tras fugarse el niño Bolívar de la casa de su tutor, es enviado a casa de su maestro Simón Rodríguez quien se encargará definitivamente de su formación. Durante este tiempo Rodríguez fue ganado a la causa independentista debido a la lectura de los pensadores de la Ilustración; por lo que en 1797 se ve vincula al proyecto de emancipación inspirado por el pedagogo mallorquín Juan Bautista Picornell, en asociación con los venezolanos Manuel Gual José María España. Luego del descubrimiento y fracaso de esta primera tentativa revolucionaria, Rodríguez es expulsado de Venezuela, donde no regresará jamás.
En 1797 luego de su salida de Venezuela, se traslada a Kingston (Jamaica) donde residirá por algún tiempo y en el que cambiará su nombre por el de Samuel Robinson. Posteriormente, viaja a Estados Unidos donde vive hasta fines de 1800, y en abril de 1801 se halla en Bayona (Francia), de donde pasa a París y allí traduce, ese mismo año, la Atala de Chateuabriand. En esta ciudad se encuentra de nuevo con Simón Bolívar en 1804, convirtiéndose a partir de este momento en una figura decisiva en el rumbo que tomará la vida del futuro Libertador de América. En tal sentido, juntos parten en abril de 1805 a un viaje que los llevará a Lyon y Chambery para luego atravesar los Alpes y entrar a Italia. En Milán presencian la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia.
Finalmente, la gira culmina en Roma, donde el 15 de agosto del mismo año, Bolívar, junto a Rodríguez y Fernando Toro, jura dedicarse por completo a la causa de independencia de Hispanoamérica. Gracias a que el texto quedó grabado en la memoria de Rodríguez, el mismo paso a la posteridad como sigue a continuación: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español". Luego de una breve visita de Bolívar a Nápoles retornan a París hacia fines de 1805, separándose tiempo después.
En 1806 inicia un largo peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia; que culmina en 1823 cuando llega a Londres donde se encuentra con Andrés Bello, emprendiendo ese mismo año el retorno a América. Al continente americano ingresa por Cartagena de Indias, retomando además su nombre Simón Rodríguez. El Libertador al enterarse de su regreso, le escribe el 19 de enero de 1824 desde Pativilca (Perú), una de las más conmovedoras epístolas de toda su vida: "Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló [...] No puede Ud. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado, no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha regalado". Con la ayuda de Francisco Paula Santander, ordenado por Bolívar, Rodríguez marcha a unirse con él, emprendiendo por Cartagena el viaje a Perú a través de Panamá y Guayaquil, llegando a este último puerto a fines de 1824 o principios de 1825. A su paso por Ecuador dejó importantes obras: en La catunga dicta clases de agricultura y botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno un Plan de colonización para el Oriente de Ecuador y en Ibarra, funda una "sociedad de socorros mutuos". En 1825 Bolívar lo recibe en Lima y lo incorpora de inmediato a su grupo de colaboradores directos. En noviembre de este mismo año, Bolívar lo nombra "director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y director general de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana". El 7 de enero de 1826 Bolívar regresa a Lima y Rodríguez permanece en Bolivia, siendo ésta la última vez que se ven.
En 1826 renuncia a sus cargos en Bolivia, por no congeniar con el mariscal Antonio José de Sucre presidente para ese entonces de dicha nación. Por tal motivo, se marcha a Arequipa donde publica en 1828, el Pródromo de la obra Sociedades Americanas en 1828, texto en el que igual que otros escritos suyos, insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que sintetiza su frase: " La América Española es Orijinal = Orjinales han de ser sus instituciones i su gobierno = I Orijinales sus medios de fundar uno ni otro. O Inventamos o Erramos". En 1830 aparece su libro El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social, el cual era un alegato a favor de Bolívar. En septiembre de ese año, circula su ensayo científico Observaciones sobre el terreno de Vincocaya, en el cual destaca aspectos sobre la conservación de la naturaleza, la economía y la sociedad. Aunque no existen datos precisos al respecto, es probable que en 1831, hubiese contraído nupcias por segunda vez en Perú con Manuela Gómez. De Lima se traslada en 1834 a Concepción (Chile), acepta la dirección de una escuela y publica su libro Luces y virtudes sociales ese mismo año. Seguidamente se edita en la misma ciudad el Informe sobre Concepción después del terremoto de febrero de 1835. Tras visitar Trilaleubu y Monteblanco (1836) y Tucapel (1837), Rodríguez se encuentra por segunda vez con Andrés Bello, en Santiago de Chile. En Valparaíso reedita Luces y virtudes sociales (1838) y pública artículos en el periódico El Mercurio.
En 1842 se encuentra en Lima, donde reedita su obra Sociedades americanas en 1828. Un año después emprende un viaje con destino a Ecuador, ocurriendo a su paso por el puerto de Paita (Perú) una entrevista entre él y Manuela Sáenz, ésta anciana y próxima a morir. A Ecuador llega a fines del mismo año, visitando Guayaquil, Quito y residiendo luego en Latacunga donde dio clases en el colegio San Vicente. En los años finales de su vida Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra en un incendio ocurrido en dicha ciudad. En 1853 emprende de nuevo viaje al Perú, lo acompañan su hijo José y Camilo Gómez, compañero de este; será Gómez quien lo asistirá en el momento de su muerte; ocurrida en el pueblecito de Amotape. Setenta años después de su deceso, sus restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a su Caracas natal, donde reposan en el Panteón Nacional desde el 28 de febrero de 1954.

LA GENERACIÓN POÉTICA DEL 18

Veamos algunos nombres que integran dicha “generación” y podremos calificar la valía de la misma: José Antonio Ramos Sucre (1890-1930), Fernando Paz Castillo (1893-1981), Enrique Planchart (1894-1954), Luis Enrique Mármol (1897-1926), Andrés Eloy Blanco (1897-1955), Rodolfo Moleiro (1897-1970), Héctor Cuenca (1897-1969), Ángel Corao (1898-1951), Jacinto Fombona Pachano (1901-1951), Pedro José Sotillo (1902-1977), entre otros.
Al término de la guerra se produce en el país un resurgimiento de la oposición, lo que en diciembre del 18 y enero del 19 se concreta en manifestaciones callejeras e intentos de alzamiento armado. En este ambiente florece un clima propicio a la apertura de horizontes y al cuestionamiento de los valores dominantes. En el campo de la literatura, los jóvenes poetas una actividad importante a través de recitales. Es lo que los estudiosos de la época (Juan Liscano y otros) llaman “una poesía de ruptura violenta o parcial con el lenguaje estereotipado imperante, fruto exhausto, de las diversas vicisitudes del romanticismo, de las influencias francesas parnasianas o postparnasianas”.
Un rasgo interesante de señalar es que este movimiento, más que a la literatura de la época se encuentra ligado a la renovación de la plástica nacional que impulsan los integrantes del Círculo de Bellas Artes (*), y en especial a la incorporación del Impresionismo que se produce a través de ellos; esto último se acentúa sobre todo a raíz de la presencia de pintores de esta tendencia que provienen de Europa, como el ruso Nicolás Ferdinandov, que llega en 1916, el rumano Samys Mützner, que permanece en Caracas de 1916 a 1918 y el ítalo-venezolano Emilio Boggio, en 1919.
De hecho, los miembros de la llamada “generación del 18″ publicaron muy poco en esos primeros años de la posguerra, y la mayor parte de su obra es posterior, por lo que su presencia se manifiesta fundamentalmente a través de recitales, conferencias y colaboraciones en revistas y periódicos. Su actitud misma no es homogénea, producto de su aislacionismo, ni su reacción frente al Modernismo logra cristalizar en una verdadera superación renovadora. Como observa Uslar Pietri, “entre las tendencias de reacción antimodernista, las que se caracterizan por el prosaísmo sentimental y por el regreso a formas y temas del romanticismo (baladas, cantos históricos, poesía civil) son las que predominan en nuestros poetas del 18”.
De ahí que uno de sus méritos es el de romper con el estancamiento Modernista y contribuir a colocar a la literatura venezolana en una onda más acorde con lo que acontece fuera de las fronteras patrias. Marca una etapa de transición, por lo que aquilata su valor en la historia literaria del país. “Aun cuando no aportó mucha novedad en sus obras (…) se opuso tenazmente y combatió el predominio de lo que para entonces existía, el estancamiento y la decadencia del modernismo”, señala Fernando Paz Castillo, un integrante destacado de la “generación”.
También desde el punto de vista político y filosófico estos escritores son de transición. Su rechazo a la dictadura gomecista se traduce en una negativa de colaboración y en un marginamiento de la actividad pública, sin militar -por lo menos en la mayoría de ellos- activamente en la oposición.
Del mismo modo, su rechazo al positivismo, sistema de pensamiento al cual estaban afiliado muchos intelectuales de renombre y comprometidos con el gomecismo, entre otros: Pedro Manuel Arcaya, José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz y César Zumeta.
Este mismo carácter transicional y actualizador es lo que explica la diversidad y heterogeneidad que adquiere el desarrollo de la producción concreta de los poetas del 18. Mientras unos prolongan en otro tono los logros del Modernismo, otros se convierten en pioneros y adelantados que preparan las condiciones que permitirán la formación de los vanguardistas que insurgen diez años más tarde: la generación del 28.
Por todo lo anterior, si bien no puede atribuirse al conjunto de los escritores de la llamada “generación del 18″ una condición pre-vanguardista o de avanzada renovación literaria, varios de los que entonces surgen al mundo de las letras sí lo son y se integran a la promoción siguiente que diez años más tarde constituye la vanguardia artística. Los nombres de José Antonio Ramos Sucre, Fernando Paz Castillo, Jacinto Fombona Pachano y Pedro José Sotillo aparecen con frecuencia en los periódicos y revistas de los años 20 tanto con poemas como con artículos en que se comentan, divulgan y promueven los valores (nacionales y extranjeros) y las ideas que significan un aporte a la renovación literaria. Y estos mismos nombres aparecen luego entre los colaboradores de la revista válvula de 1928.
Considerados como conjunto, los escritores de la llamada “generación del 18″ marcan desde el punto de vista histórico el inicio del cuestionamiento generalizado del Modernismo y con su presencia comienzan a soplar en la literatura nacional los aires renovadores que fertilizan el tránsito a una nueva etapa.
Algunos exponentes de la generación del 18, por estados de Venezuela: Anzoátegui, nos dio Miguel Otero Silva. Aragua, a Miguel Ramón Utrera. Barinas, a Alberto Arvelo Torrealba. Bolívar, a Héctor Guillermo Villalobos. Carabobo, a Manuel Jaén. Falcón, a Ángel Miguel Queremel. Guárico, a Rodolfo Moleiro. Lara, a Antonio Arráiz. Mérida, a Antonio Spinetti Dini. Monagas, a Félix Armando Núñez. Nueva Esparta, a Pedro Rivero. Sucre, a Andrés Eloy Blanco. Táchira, a Manuel Felipe Rugeles. Trujillo, a Samuel Barrete Peña. Zulia, a Héctor Cuenca. Caracas, a Fernando Paz Castillo
                                   
EL MODERNISMO

El modernismo es el primer movimiento del ámbito, si se quiere, extra-continental, que tiene origen de este lado del Atlántico. Desde luego no nació por generación espontánea. Tuvo sus antecedentes. Muchos de nuestros grandes poetas de finales de siglo XIX fueron precursores. Ahí están José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera, Juan Antonio Pérez Bonalde, José Asunción Silva, Julián del Casal, entre otros.
Por otra Parte, es indudable que la mayor influencia acusada por el nuevo movimiento poético en Latinoamérica, proviene de la literatura francesa. Rubén Darío, el más caracterizado representante del modernismo en el continente, recogió el mensaje de poetas antecesores, como Leconte de Lisle, a quien en Azul, le dedica un soneto y más tarde en su libro Los Raros, traza su semblanza. Así mismo fue devoto de Baudelaire. León Dier, Sully Prudhomme, Mallarmé, Rimbaud.
Históricamente, el modernismo es como una solución al momento de crisis que vive la poesía española del siglo XIX, Fuera de Espronceda y Bécquer, de facetas geniales, cada uno a su manera, no se vislumbra en el dilatado siglo XIX español nada que significara renovación. Los siglos de oro parecían haber agotado las grandes fuentes de la lírica castellana. Sin embargo, en otros países europeos, como Alemania, Italia, Francia e Inglaterra, cuando no gozaban de una plenitud social y política, la poesía alcanza momentos de verdadero esplendor.
Entre nosotros el modernismo llega con retraso. Se asoma detrás de los escombros del romanticismo, que había señoreado durante casi un siglo en nuestro escenario literario. Por esto, un crítíco como Jesús Semprum ha dicho que el modernismo es influencia de influencias.
Esto es, sin abandonar la influencia elemental, tanto de los clásicos como de los románticos, el nuevo movimiento se emparenta con la búsqueda de los simbolistas, por una parte y de los parnasianos, por otra.
Es posible, como han dicho algunos analistas del proceso literario hispanoamericano, que el modernismo haya sido el producto de la crisis generada por los excesos del romanticismo. Esta crisis, sin duda se debió a la angustia del cambio, surgida a finales del siglo en la mente de la juventud dispuesta a rebelarse contra la caducidad del antiguo estado de cosas. Frente a los viejos métodos de dominación y de atraso, la desilusión de las generaciones, creaba una situación de sueño y de evasión, que tenía como meta la reforma del medio propio.
Entre nosotros, los más importantes seguidores del movimiento modernista, fueron prosistas: pensadores y narradores, fundamentalmente. Bastaría mencionar a Pedro Emilio Coll, Santiago Key Ayala, Pedro César Domínici, Manuel Díaz Rodríguez y Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, los dos primeros ensayistas y los otros narradores.
En poesía: Rufino Blanco Bombona, Carlos Borges, Arvelo Larriva y José Tadeo Arreaza Calatrava.

ENSAYO

La palabra ensayo tiene varios significados. Se utiliza, por ejemplo, para definir la representación de una obra teatral o musical antes de su exhibición en público. También existen los llamados ensayos clínicos, que son evaluaciones experimentales de un producto, medicamento o técnica para valorar su eficacia y seguridad, y los ensayos químicos, que permiten medir la concentración o cualquier otra propiedad de una sustancia o material.
El ensayo es también un género literario que se enmarca dentro de la didáctica, y que ha recibido una importante influencia del pensamiento liberal y del periodismo. El filósofo español José Ortega y Gasset lo definió como “la ciencia sin la prueba explícita”.
Se dice que el origen del ensayo se encuentra en el género epidíctico de la antigua oratoria grecorromana, con el que comparte varias características: tema libre, estilo sencillo y natural, subjetividad, mezcla de distintos elementos (citas, anécdotas, proverbios) y asistematismo (no hay un orden preestablecido, a diferencia del texto informativo), entre otras. El escritor francés Michel de Montaigne fue uno de los más importantes referentes del género ensayístico en sus inicios, a partir de la publicación de “Essais” en 1580.
La estructura básica del ensayo contempla tres grandes etapas: la introducción (donde se presenta el tema y la tesis u opinión del autor), el desarrollo (donde se sostiene y se prueba la tesis) y la conclusión (se profundiza sobre el tema en base a los planteamientos expuestos).
El discurso, el artículo de prensa y la disertación son géneros didácticos que se encuentran relacionados con el ensayo.

LA GENERACIÓN DEL 28

Con el nombre de "Generación del 28" se conoce al grupo de estudiantes universitarios que protagonizaron en el carnaval caraqueño de 1928 un movimiento de carácter académico y estudiantil que derivó en un enfrentamiento con el régimen de Juan Vicente Gómez. En tal sentido, lo que inicialmente fue un proyecto restringido al ámbito de la Universidad Central, se transformó en una propuesta destinada a la modificación del sistema político venezolano de comienzos del siglo XX.
En un primer momento, los jóvenes que ingresaron en la Universidad Central de Venezuela entre 1923 y 1925, tomaron la iniciativa de reconstituir los centros de estudiantes pertenecientes a las facultades de Medicina, Derecho e Ingeniería. Luego como paso siguiente promovieron el restablecimiento de la Federación de Estudiantes de Venezuela, organismo coordinador de todos los centros de representación estudiantil, hasta entonces suspendido por una disposición que databa del gobierno de Cipriano Castro. En esta etapa destacan como organizadores los siguientes personajes: Jacinto Fombona Pachano, su primer presidente; Raúl Leoni, su segundo presidente; Elías Benarroch; Isaac Pardo, Miguel Otero Silva, Juan José Palacios, José Tomás Jiménez Arráiz y Rafael Echenique Chirinos. Asimismo como parte de este proceso de reactivación de la universidad como centro generador de conocimiento y de debate político, se efectuaron durante este lapso diversas actividades culturales que apoyó con sumo interés el rector Diego Carbonell. Con el objeto de recaudar fondos para la realización de este plan, en el carnaval de 1928 se organiza La Semana del Estudiante, en cuyo programa destacaban los siguientes actos:
Desfile desde la Universidad hasta el Panteón Nacional, en homenaje a los próceres de la Independencia.
Coronación de la reina de los estudiantes Beatriz I (Beatriz Peña), en el teatro Municipal.
Recital de la juventud, en un teatro capitalino.
Concentración juvenil en La Pastora.
Preparación de una becerrada que no se realizó debido al desarrollo de los acontecimientos.

Los Acontecimientos

Debido a la participación de Pío Tamayo, antiguo exiliado político y uno de los introductores del marxismo en Venezuela, quien en la coronación de Beatriz I lee un poema juzgado como subversivo por las autoridades gomecistas; a las primeras intervenciones de los estudiantes de derecho, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Joaquín Gabaldón Márquez, también estimadas como inconvenientes por los cuerpos de seguridad, y al "acto irrespetuoso" de Guillermo Prince Lara, quien rompió una lápida en honor a Juan Vicente Gómez; el Gobierno decide poner fin a los actos conmemorativos de La Semana del Estudiante, encarcelando a Tamayo y a los demás jóvenes, conduciéndolos a La Rotunda. Ante la inesperada reacción oficial y en actitud solidaria frente a lo que consideraban un injusto cautiverio, el resto de los estudiantes se entregó de manera voluntaria a la policía, lo que resultó una maniobra que desconcertó completamente a los cuerpos represivos. Posteriormente, el Gobierno los trasladó al castillo de Puerto Cabello, permaneciendo allí detenidos 214 estudiantes, durante 12 días, hecho que hasta entonces nunca había ocurrido en el país. Por su parte, la Universidad de Los Andes reaccionó casi de enseguida frente a los sucesos, lo que sirvió de acicate para que en las principales ciudades se levantara una ola de protestas que hizo ceder al gobierno, quien finalmente los liberó. Este hecho fue bastante significativo, ya que la sociedad venezolana que hasta ese momento había mostrado una actitud sumisa frente a la dictadura gomecista, planteó la lucha contra la tiranía en un campo novedoso para un caudillo como Gómez: la Calle.
Al poco tiempo de la liberación de los estudiantes, se produce un acercamiento entre algunos de éstos (Juan José Palacios, Francisco Rivas Lázaro, Fidel Rontondaro y Germán Tortosa, entre otros) con jóvenes oficiales del Ejército-entre quienes se encontraba el hijo Eleazar López Contreras- con la finalidad de planificar un golpe de Estado que debía ejecutarse el 7 de abril de 1928, pero que fue debelado antes de producirse. Con el objeto de obtener la libertad de los compañeros detenidos a raíz del intento de sublevación del 7 de abril, un grupo de estudiantes redacta en octubre de 1928, un documento dirigido a Juan Vicente Gómez donde se le pide a éste que reconsiderara su severa medida. No obstante, Gómez no sólo desatiende sus demandas sino que manda capturarlos, siendo conducidos en medio de protestas públicas junto a cerca de 200 estudiantes a las colonias de Araira, donde se construía un tramo carretero, en el que deberían cumplir trabajos forzados. Por otra parte, aquellos estudiantes que eran considerados como más peligrosos (Pedro Juliac, Rafael Chirinos, Ricardo Razetti, Antonio Sánchez Pacheco, Antonio Anzola Carrillo, Clemente Parparcén, Eduardo Celis Sauné, Enrique García Maldonado, Guillermo López Gallegos, José Antonio Marturet e Inocente Palacios) fueron conducidos al inhóspito presidio de Palenque. Mientras que el resto fue trasladado al castillo de Puerto Cabello, donde permanecieron hasta principios de 1929, cuando fueron dejados en libertad y expulsados del país.
En un principio los estudiantes del 28 regresan a Venezuela después de la muerte de Gómez (17.12.1935) como un grupo homogéneo que pretende desarrollar proyectos comunes. Sin embargo, lentamente comienzan a escindirse en banderas políticas distintas. Algunos se apartan de manera definitiva de la vida pública para dedicarse a otras actividades, mientras que en los grupos más combativos se formaron los núcleos de los futuros partidos Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV). Asimismo, dentro de este grupo hubo quienes destacaron por su aporte a los ámbitos artístico y científico. Entre los que se inclinaron por la creación artística figuran personajes como Guillermo Meneses, Miguel Otero Silva, Felipe Massiani y Antonio Arráiz; mientras que entre el segundo grupo se encuentran Miguel Acosta Saignes, Isaac J. Pardo, Rodolfo Quintero y Juan Bautista Fuenmayor.
En síntesis, la importancia de la "Generación del 28" en la historia contemporánea de Venezuela radica en tres aspectos fundamentales. Por un lado, un caudillo como Juan Vicente Gómez habituado a dirimir los conflictos políticos en los campos de batalla, se enfrenta a un grupo de estudiantes que actuando como colectivo plantean una lucha en un ámbito desconocido por Gómez y en general por los caudillos del siglo XIX, la ciudad. En otras palabras, a partir de este momento las batallas políticas del siglo XX se desarrollarán en las ciudades mediante huelgas generales, paros, boicots, etc. Por otro lado y en relación con lo anterior, el carácter colectivo del movimiento de 1928, expresado en la propia denominación de "Generación", formará parte de otro importante elemento de ruptura con la historia política del siglo XIX, la despersonalización del poder. Es por esto que pese a la cantidad de liderazgos (Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva, Raúl Leoni, Juan Bautista Fuenmayor) presentes en los sucesos de 1928, ningún tuvo un protagonismo especial, predominando la unidad del grupo sobre cualquier individualidad, lo que será un adelanto de una de las principales características de las organizaciones políticas del siglo XX: la disciplina partidista. Por último, con los jóvenes estudiantes del 28 se introducen nuevas ideologías (socialismo, marxismo, democracia) a las cuales no pueden adaptarse viejos líderes como Gómez. En tal sentido, una doctrina como el Liberalismo que fue central durante todo el siglo XIX, pierde su vigencia ante el surgimiento de ideas tales como la lucha de clases, la socialdemocracia, los partidos policlasistas, la importancia del Estado como agente planificador de economía, etc. En definitiva, se puede decir que con la llamada "Generación del 28" se introducen los elementos de cambio que le permitirán a Venezuela romper con el siglo XIX e insertarse en el XX.

MARIO BRICEÑO IRAGORRY

Nace en Trujillo (Edo. Trujillo) el 15.9.1897
Muere en Caracas el 6.6.1958
Este ilustre trujillano fue uno de los más importantes ensayistas del siglo XX venezolano. Fueron sus padres Jesús Briceño Valero y María Iragorry. La primaria la cursó en su pueblo natal y el bachillerato en el Colegio Federal de Varones de Valera. En 1912 ingresó en la Academia Militar donde conoció al futuro presidente Isaías Medina Angarita. En 1914 tras renunciar a la vida militar regresa a Trujillo donde ejercerá el periodismo en las páginas de Ariel. Dos años después se trasladó a Mérida para estudiar derecho en la Universidad de Los Andes, institución en la que tuvo como compañeros, entre otros, a Diego Carbonell, Mariano Picón Salas y Caracciolo Parra León. Allí también conoció a Josefina Picón Gabaldón con quien contrajo matrimonio en 1923. En 1919 se desempeñó como director de Política y encargado de la Secretaría del estado Mérida. En 1920, se graduó de abogado en la Universidad de Los Andes. En 1921 ingresa a la Dirección de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores junto a Lisandro Alvarado, Jacinto Fombona Pachano y José Antonio Ramos. Por ese tiempo se incorpora como maestro al Liceo Andrés Bello, del cual será director. En ese mismo año, publica Horas y en 1922, Motivos.
En 1922, viajó a Nueva Orleáns donde ejerció el cargo de cónsul de Venezuela (1923-1925). A su regreso a Caracas, recibió el doctorado en ciencias políticas en la Universidad Central de Venezuela (1925). En este último año publicó Ventanas en la noche e inició investigaciones de etnografía, lingüística y arqueología. En 1926, publicó Lecturas venezolanas. En 1927, retorno a Trujillo donde fue nombrado secretario general del estado, ejerciendo interinamente la presidencia del mismo. En ese mismo año, fue director de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela y publicó Ornamentos fúnebres de los aborígenes del Occidente de Venezuela. Al año siguiente publicó La fundación de Maracaibo e Historia de la fundación de la ciudad de Trujillo, cuyo título definitivo fue Los fundadores de Trujillo (1930). En 1930 fue incorporado como miembro de la Academia Nacional de la Historia, y dos años después a la de la Lengua. En 1936 se editó una de sus obras más sobresalientes, Tapices de historia patria. También en este año fue designado ministro plenipotenciario en Centroamérica, residenciado en San José de Costa Rica, donde actuó hasta 1941. Otros cargos públicos en los que se desempeñó fueron: la Dirección del Archivo General de la Nación (1942-1943), la Gobernación del estado Bolívar (1943-1944) y la Presidencia del Congreso de la República (1945).
A raíz del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945, fue detenido y llevado preso al Cuartel de la Planicie. No obstante, a los pocos días fue liberado. En 1946, recibió el Premio Municipal de literatura por su obra Casa León y su tiempo, el Premio Nacional de literatura por su libro El regente Heredia o la piedra heroica. En 1949 fue designado como embajador de Venezuela en Colombia. Durante este período publicó una serie de libros que lo convirtieron en uno de los más importantes exponentes de la ensayística contemporánea de Venezuela. Algunos de esos títulos son: Alegría de la tierra, Vida y papeles de Urdaneta, el joven, El caballo de Ledesma, Los Riberas. En 1951, apoya la candidatura de Jóvito Villalba para las elecciones presidenciales de 1952. Ante el desconocimiento por parte de la Junta Militar del resultado de dichos comicios se exilia en Costa Rica (1953) y Madrid (1953-1958). En 1957, aparece su obra señalada como el libro síntesis de su doctrina: Por la ciudad hacia el mundo. En abril de 1958 retorna a Venezuela, pero 2 meses más tarde muere. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 6 de marzo de 1991.

MARIANO PICÓN SALAS

(Mérida, 1901 - Caracas, 1965) Escritor, historiador y diplomático, considerado el mayor ensayista venezolano del siglo XX. Estudió historia y filosofía y letras en la Universidad de Santiago de Chile, graduándose en 1928. Enseñó historia del arte y literatura en las Facultades de Bellas Artes y Filosofía de esta casa de estudios (1928-1935), de la que fue rector (1932). Fue cofundador del grupo literario Óndice en la capital chilena (1930).
En 1936 regresó a Venezuela y desarrolló una intensa actividad política e institucional: participó en la fundación de la Organización Revolucionaria Venezolana (ORVE) y en la del Instituto Pedagógico Nacional (1936); asumió la dirección de Cultura y Bellas Artes en el Ministerio de Educación (1938-1940). En 1943 fue nombrado agregado cultural de la embajada de Venezuela en Washington, y durante un año fue profesor visitante en varias universidades estadounidenses, incluidas las de Columbia y California. De regreso a Caracas, dirigió el diario El Tiempo, antes de ser nombrado embajador en Colombia (1946-1948).
Después del derrocamiento de R. Gallegos marchó al exilio e impartió cursos en el Colegio de México. En 1952 regresó al país. Ese mismo año comenzó a dirigir el "Papel Literario" de El Nacional. Fue también embajador de Venezuela en Brasil y México, y delegado ante la Unesco. Fundó y dirigió el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) en 1963, cargo que desempeñó hasta su muerte.
Su obra abarca todos los géneros, salvo el teatro: poesía, novela, ensayo, biografía, historia, crítica. Entre sus publicaciones hay quien estima la más trascendente De la Conquista a la Independencia o Tres siglos de Historia Cultural; en ella aparece el criterio del investigador moderno y capaz, abierto a todas las tendencias y repleto de un profundo sentido humano; pero no es de menor altura la biografía novelada Pedro Claver, el santo de los esclavos (1950), ni tampoco los ensayos Preguntas a Europa (1937) y Viaje al amanecer (1943). De menos jerarquía son relatos como Los tratos de la noche (1955).
Otras obras suyas son Buscando el camino (1921), Mundo Imaginario (1927), Odisea de Tierra Firme (1931), Problemas y método de la Historia del Arte (1933), Registro de huéspedes (1934), Intuición de Chile y otros ensayos (1935), Formación y proceso de la Literatura venezolana (1940), Miranda (1946), Europa y América (1947), Comprensión de Venezuela (1949), Los días de Cipriano Castro (1954), Regreso de tres mundos (1959) y Los malos salvajes (1962).
El asunto central de su obra, que desarrolla desde múltiples facetas, es la universalidad de la cultura hispanoamericana y la necesidad para las naciones del continente de lograr un tipo de desarrollo compatible con el respeto a la dignidad de sus habitantes. Son notables asimismo sus biografías de Francisco de Miranda (1946) y Cipriano Castro (1953). Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1954, compartiéndolo con A. Uslar Pietri.

ARTURO USLAR PIETRI

Es considerado por muchos como uno de los más grandes intelectuales de Hispanoamérica y una fuente de consulta obligatoria a la hora de emprender un estudio del siglo XX venezolano, debido tanto a la amplia obra que desarrolló en los ámbitos literario, histórico y político; así como por su participación directa en los más importantes sucesos de la Historia Contemporánea de Venezuela. Lejos de lo que comúnmente se piensa, Uslar Pietri nació en una familia de modestos recursos. Fueron sus padres el militar Arturo Uslar Santa María y Elena Pietri. Cursó estudios primarios en el Colegio Francés de Caracas (1913-1916) y en la "Escuela Federal de Varones" de Maracay (1916-1919). El bachillerato lo hizo en la Escuela Federal "Felipe Guevara Rojas" de Los Teques (1923-24.) Contando apenas con 14 años comenzó su carrera literaria escribiendo en periódicos aragüeños. Posteriormente colaboró en revistas caraqueñas con figuras tales como Miguel Otero Silva, Fernando Paz Castillo y Pedro Sotillo; con quienes además fundó en 1928 la Revista Válvula, órgano del movimiento vanguardista. En ese mismo año, publicó su primer libro "Barrabás y otros relatos". Graduado de Doctor en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela (1929), viajó a Francia como Agregado Civil a la legación de Venezuela en París; lugar donde escribió su primera gran obra: Lanzas Coloradas, la cual publicó en Madrid en 1931.
Después de la muerte de Juan Vicente Gómez (17.12.1935), se inició un intenso debate ideológico acerca del camino que debía tomar la sociedad venezolana. A su regreso de Europa, Uslar Pietri se incorporó de inmediato a este interesante clima político, escribiendo una serie de editoriales en el diario caraqueño Ahora, entre los cuales destaca uno de sus más famosos y aún vigentes ensayos: "Sembrar el Petróleo" (14 de julio de 1936). El 19 de julio de 1939, fue nombrado Ministro de Educación; cargo desde el cual desarrolló una vasta labor en la transformación de la educación venezolana e incluso refrendó la primera Ley Orgánica de Educación del país. Miembro fundador del Partido Democrático Venezolano (PDV), cuyos estatutos y programa redactó, fue elegido Diputado a la Asamblea Legislativa por el Distrito Federal en 1944.
Ministro de Relaciones Interiores cuando se produjo el Golpe de Estado que derrocó al Presidente Isaías Medina Angarita (18.10.1945), fue expulsado del país, por lo que se residenció en Nueva York, donde ejerció el cargo de profesor de la Cátedra de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Columbia. A partir de 1948 comenzó a publicar en el diario caraqueño "El Nacional" la columna "Pizarrón", la cual publicó de manera ininterrumpida por 50 años hasta el 4 de enero de 1998. Ganador del Premio de Cuentos del diario "El Nacional" con su obra "El Baile de Tambor" (1949), retornó al país en 1950, y fue designado al año siguiente director del Papel Literario de "El Nacional". En 1953, a los pocos meses de haberse establecido la televisión en Venezuela, Uslar Pietri inició a través de Radio Caracas Televisión una serie de programas, los cuales tituló "Valores Humanos", en los que divulgó la vida de numerosos personajes que dejaron una profunda huella en la historia y cultura universal. Con estos programas Uslar se convirtió en el primer intelectual venezolano que utilizó la TV como medio difusor de la cultura. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura (1952-1953) por su obra "Las Nubes".
Con el retorno de la democracia, luego de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (23.1.1958), Uslar Pietri reinició su actividad política. En ese año fue elegido Senador por el Distrito Federal, como miembro independiente del partido Unión Republicana Democrática (URD). Más tarde, lanzó su candidatura presidencial para las elecciones de 1963, apoyado por el Movimiento Republicano Progresista (MRP). En esos comicios obtuvo el 16.1% de la votación nacional y el 39% de la votación del Distrito Federal, lo que le permitió ser elegido nuevamente Senador por dicha entidad para el período 1964-1969.
Fundador del partido Frente Nacional Democrático (FND) y como presidente de dicha organización (1964), apoyó al gobierno de Raúl Leoni, formando parte de la alianza que se conoció como "Amplia Base". En las elecciones presidenciales de 1968 fue elegido nuevamente Senador por el Distrito Federal esta vez en las planchas de su partido FND, cargo que compartió con la dirección del diario El Nacional. En 1971 recibió el Premio Nacional de Periodismo y, el año siguiente, el Ministerio de Información y Turismo de España le otorgó el Premio Hispanoamericano de Prensa "Miguel de Cervantes".
Luego de retirarse de la actividad política, viajó a París como Embajador Delegado Permanente ante la UNESCO (1975). En ese cargo permaneció hasta 1979, cuando renunció y regresó al país para dedicarse con ahínco a la divulgación de la Historia de Venezuela a través de sus programas de televisión "Valores Humanos" y "Cuéntame a Venezuela". En 1982 recibió por segunda vez el Premio Nacional de Literatura, en esta oportunidad por su novela "La Isla de Robinson". En 1990 le fue otorgado el Premio "Príncipe de Asturias", Mención Letras, por su condición de "creador de la Novela Histórica Moderna Latinoamericana", y al año siguiente, el Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos", por su obra "La Visita en el Tiempo", convirtiéndose de esta manera en el primer venezolano que obtiene este galardón.


Información recopilada por: Domingo Ramírez
Ciudad de Nutrias, Venezuela
Correo: domingojosue@gmail.com

1 comentario:

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